Page 56 - Cloe-y-el-poubolt-magico
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La catedral quedaba justo al doblar la esquina. Cloe admiró su tamaño y se fijó en las vidrieras tan
coloridas. Algunos rayos se reflejaban en ellas y les daban luminosidad.
—¿Te gustaría fabricar la tuya propia?
—¿Inventé un perfume y ahora voy a fabricar una vidriera? ¡Voy a ser famosa en tu tierra!
—Sí, eres una artista, eso será uno de los motivos por los que puedes verme.
De camino al Centro Internacional de la Vidriera, discutieron sobre el tamaño y la forma de la ventana.
Ya en el museo, después de admirar las vidrieras de la exposición, se dirigieron al taller.
Cloe eligió una forma redondeada y pequeñita. Se concentró en su creación, tanto que perdió la
noción del tiempo. Cuando su obra salió del horno y se enfrió, se la dieron envuelta en un papel de
seda, suave y semitransparente.
Al metérselo en el bolsillo, se encontró en la plaza de siempre. Volvió a introducir la mano y comprobó
que seguía allí, su ventana había viajado con ella.
—¡Gracias! —Al ver que la gente la miraba, disimuló y continuó—. ¡Gracias, mamá y papá, por
traerme a Francia!
Sus padres no sabían a qué venía ese arrebato repentino, aunque ya no se extrañaban de nada.
En el otro bolsillo notó una tarjeta rectangular. El perfume “Poulbot” seguiría en marcha.