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—¿Quieres probar una vieira? Necesito las conchas para seguir con la decoración del barrio.
Cloe se quedó paralizada. Allí, frente a ella, se encontraba la señora que había creado todo ese
mundo fantástico. Se llamaba Danièle Arnaud-Aubin y era una artista local. Cloe se aproximó; no
probó las conchas porque no solía comer animales, pero sí le apeteció charlar un rato con la creadora.
—Pregúntale si sabe lo que es un Poulbot —le pidió François a Cloe.
—Un Poulbot eres tú —respondió Danièle, que podía ver y oír a nuestro personaje.
—¿Tú también puedes verme?
—¡Claro!, las artistas somos personas cercanas a la magia y al misterio. Seguro que tu amiga creará
alguna obra un día de estos.
—Bueno, ya ha inventado un perfume —puntualizó François con un guiño.
Durante un rato, ayudaron a decorar las calles. Al despedirse, Danièle le regaló una vieira a Cloe.
—Toma, te regalo tu primera pieza, espero que crees un personaje fantástico nuevo.
Justo le dio tiempo a sujetar su concha cuando ya estaba en el puerto de Saint Nazaire. Cloe miró
hacia las aguas y se asustó al ver la silueta de una especie de ballena gigantesca.
—¡Una ballena! ¡Varada en el puerto! ¡Hay que salvarla!
Cloe estaba nerviosa y preocupada, aunque François no perdió la calma. Al contrario, le respondió
con una sonrisa burlona.
—Sí, sí, una ballena. Venga, vamos a su barriga.