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—¿Estamos en una fábrica de perfumes?
—Casi. Es el museo del perfume. En esta región son famosos por sus perfumes y productos de
cosmética. Si quieres, mezclamos algunos.
Cloe pensó que podía meterse en problemas, pero había un taller para mezclar aceites y destilar las
flores y plantas al estilo tradicional. Cloe olfateó algunos y combinó sus favoritos. El resultado fue un
olor diferente, fresco e innovador. El señor del museo le preguntó cómo lo había elaborado. Anotó el
nombre de los productos y las cantidades. Después, se fue a hacer una llamada.
—¿Habré inventado un perfume nuevo?
Al volver, le dio una tarjeta y le pidió que se pusiese en contacto con esa persona. Cuando se alejó,
Cloe le preguntó a François:
—¿Podría llamar a mi nuevo perfume por tu nombre?
Los dos se miraron y rieron: perfume “François” o “Poulbot”. ¿Cuál elegirían?
Se disponían a abandonar el museo cuando, en una mesa de la entrada, Cloe vio un frasco de
caramelos de colores. Pensó que serían para los visitantes, así que lo cogió, lo abrió y se dispuso a
probar uno.
—¡No comas eso! —la increpó el Poulbot—. No son caramelos, son pastillas. Esta región es famosa
por sus medicamentos. Seguro que alguien se las ha olvidado.