Page 272 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Comprendí lo que había ocurrido. El Nautilus acababa de ponerse en marcha a gran
                  velocidad, y los destellos tranqui-los de las murallas de hielo se habían tornado en rayas de
                  fuego, en las que se confundían los fulgores de las miríadas de diamantes. Impulsado por su
                  hélice, el Nautilus viajaba en un joyero de relámpagos.

                  Los paneles se desplazaron entonces tapando los cristales. Cubríamos con las manos
                  nuestros ojos, en los que danza-ban esas luces concéntricas que flotan ante la retina cuando
                  los rayos solares la han golpeado con violencia. Fue necesa-rio que pasara un tiempo para
                  que se calmaran nuestros ojos. Al fin, pudimos retirar las manos.

                   No hubiera podido creerlo  dijo Conseil.

                   Y yo no puedo creerlo todavía  replicó el canadiense.

                   Cuando volvamos a tierra  añadió Conseil  tras haber visto tantas maravillas de la
                  naturaleza, ¿qué pensaremos de esos miserables continentes y de las pequeñas obras
                  surgi-das de la mano del hombre? No, el mundo habitado ya no es digno de nosotros.

                  Tales palabras en boca de un impasible flamenco mues-tran hasta qué punto de ebullición
                  había llegado nuestro en-tusiasmo. Pero el canadiense no dejó de echar sobre él su ja-rro de
                  agua fría.

                   ¡El mundo habitado!  dijo, moviendo la cabeza . Esté tranquilo, amigo Conseil, nunca
                  volveremos a él.

                  Eran las cinco de la mañana, y justo en aquel momento se produjo un choque a proa.
                  Comprendí que el espolón del Nautilus acababa de adentrarse en un bloque de hielo, a
                  con-secuencia probablemente de una maniobra errónea, pues la navegación no era fácil en
                  aquel túnel submarino obstruido por los hielos. Supuse que el capitán Nemo modificaría el
                  rumbo para eludir los obstáculos y avanzar por las sinuosi-dades del túnel hacia adelante.
                  Sin embargo, contra lo que yo esperaba, el Nautilus tomó un movimiento de retroceso muy
                  vivo.

                   ¿Vamos marcha atrás?  preguntó Conseil.

                   Sí  respondí . El túnel no debe tener salida por ese lado.

                   Entonces ¿qué ... ?

                   Entonces  dije  la solución es sencilla. Retrocederemos por donde hemos venido y
                  saldremos por el orificio del Sur. Eso es todo.

                  Al hablar así, trataba yo de parecer más tranquilo de lo que realmente estaba.

                  El Nautilus aceleraba su movimiento de retroceso, y pron-to, marchando a contra hélice,
                  alcanzó una gran rapidez.
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