Page 268 - veinte mil leguas de viaje submarino
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de Torres, el cementerio de coral, las pesquerías de Ceilán, el túnel arábigo, los fuegos de
Santorin, los millones de la ba-hía de Vigo, la Atlántida, el Polo Sur!
Durante la noche, todos estos recuerdos desfilando de sueño en sueño, no dejaron a mi
cerebro reposar un ins-tante.
A las tres de la mañana me despertó un choque violento. Me incorporé sobre mi lecho y me
hallaba escuchando en medio de la oscuridad cuando un nuevo golpe me precipitó
bruscamente al suelo. Evidentemente, el Nautilus había pe-gado un bandazo tras haber
tocado.
Me acerqué a la pared y me deslicé por los corredores ha-cia el salón alumbrado por su
techo luminoso. El bandazo había derribado los muebles. Afortunadamente, las vitrinas,
sólidamente fijadas en su base, habían resistido. Los cuadros adosados a estribor, ante el
desplazamiento de la vertical, se habían adherido a los tapices, en tanto que los de babor se
habían separado en un pie por lo menos de su borde inferior. El Nautilus se había acostado
a estribor y, además, se había inmovilizado por completo.
Oía ruidos de pasos y voces confusas. Pero el capitán Nemo no apareció. En el momento en
que me disponía a abandonar el salón, entraron Ned Land y Conseil.
¿Qué ha ocurrido? les pregunté.
Yo venía a preguntárselo al señor respondió Conseil.
¡Mil diantres! exclamó el canadiense , yo sí sé lo que ha pasado. El Nautilus ha tocado
y, a juzgar por su inclinación, no creo que salga de ésta como la primera vez en el estrecho
de Torres.
Pero, al menos, ¿ha vuelto a la superficie? -pregunté.
-Lo ignoramos dijo Conseil.
Es fácil averiguarlo les respondí, a la vez que consultaba el manómetro.
Sorprendido, vi que el manómetro indicaba una profun-didad de trescientos sesenta metros.
¿Qué quiere decir esto? exclamé.
Hay que interrogar al capitán Nemo dijo Conseil.
Pero ¿dónde hallarle? preguntó Ned Land.
Seguidme dije a mis compañeros.