Page 274 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Sí.





                  16. Sin aire



                  Así, pues, un impenetrable muro de hielo rodeaba al Nautilus por encima y por debajo.
                  Éramos prisioneros de la gran banca de hielo. El canadiense expresó su furor asestan-do un
                  formidable puñetazo a una mesa. Conseil estaba si-lencioso. Yo miré al capitán. Su rostro
                  había recobrado su habitual impasibilidad. Estaba cruzado de brazos y reflexio-naba. El
                  Nautilus no se movía.

                  El capitán habló entonces:

                   Señores  dijo con una voz tranquila , en las condiciones en que estamos hay dos
                  maneras de morir.

                  El inexplicable personaje tenía el aire de un profesor de matemáticas explicando una
                  lección a sus alumnos.

                  -La primera  prosiguió  es la de morir aplastados. La se-gunda, la de morir asfixiados. No
                  hablo de la posibilidad de morir de hambre, porque las provisiones del Nautilus dura-rán
                  con toda seguridad más que nosotros. Preocupémonos, pues, de las posibilidades de
                  aplastamiento y de asfixia.

                   No creo sea de temer la muerte por asfixia, capitán  dije , pues nuestros depósitos están
                  llenos.

                   Sí, es cierto  replicó el capitán Nemo , pero no pueden suministrarnos aire más que
                  para dos días. Hace ya treinta y seis horas que estamos en inmersión, y la atmósfera
                  rarifica-da del Nautilus exige ya renovación. Nuestras reservas ha-brán quedado agotadas
                  dentro de cuarenta y ocho horas.

                   Pues bien, capitán, tenemos cuarenta y ocho horas para liberarnos.

                   Al menos, lo intentaremos. Trataremos de perforar la muralla que nos rodea.

                   ¿Por qué parte?

                   Eso es lo que nos dirá la sonda. Voy a varar al Nautilus sobre el banco inferior, y mis
                  hombres, revestidos con sus escafandras, atacarán al iceberg por su pared menos espesa.

                   ¿Se puede abrir los paneles del salón?
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