Page 35 - Cuentos de la selva para los niños
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—Pero deben ser leyendas —dijo Tito—. Eso no puede ser verdad.

                            —Pues verdad o no, muchas personas aseguran que sucedieron e, inclu-
                            so, que fueron testigos. También cuentan que hay fantasmas, aparecidos,
                            duendes, sirenas —continuó mi abuela—. Un amigo me dijo que se le apa-                                        35
                            reció un duende cuando era pequeño, que lo llamaba para que jugara con
                            él y que una noche, en la casa de su tía, se oyeron risas, gritos y canciones.
                            Al otro día, vio que alguien había hecho trenzas en las crines de los caba-
                            llos. Él cree que fueron a la casa por su prima que tiene los ojos grandes
                            y oscuros y el pelo largo, porque esas son las muchachas que les gustan a
                            los duendes.

                            Los chicos del salón miramos a nuestras compañeras y empezamos a ha-
                            cerles bromas a las de pelo largo, hasta que una de ellas se enojó y nos
                            tuvimos que callar.

                            —Respecto a las sirenas —continuó mi abuela—, creo que son menos co-
                            munes, pero el abuelo de uno de mis amigos me contó que se le apareció
                            una y que era preciosa, de largo pelo rubio y que le preguntó si quería que-
                            darse con ella o con unos objetos de oro que tenía en la mano. Él, como
                            era un joven ambicioso, escogió los objetos de oro y ella  desapareció.

                            —Discúlpeme doña Matilde, pero esas son solo leyendas —dijo Catalina.

                            —Sí, es posible, pero la gente cree en ellas. También hablan de ataúdes
                            que lotan en el humedal, de canoas que andan solas, de pescas milagro-
                            sas...

                            —En todo caso doña Matilde, son unas lindas historias, muchas gracias —
                            dijo el profe—, y demuestran la enorme imaginación que tiene la gente de
                            aquí. Y ahora, vamos a preparar nuestros platos de hoy. Doña Matilde y yo
                            tenemos todo listo. Empezaremos con la receta:
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