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centro de todo. La altura del cilindro es un tercio de su diámetro.
                     El Sol, la Luna y los planetas son huecos en unas ruedas invisibles
                     que rodean la Tierra. Pitágoras (ca. 580-495 a.C.), a su vez, sugirió
                     que la Tierra es una esfera y que todo el universo es también esfé-
                     rico. Para ayudar a la navegación, Timocaris de Alejandría (320-
                     260 a.C.) y Aristilo (siglo m a.C.)  realizaron un catálogo con las
                     posiciones aparentes de diversas estrellas.
                         Pero es de Aristarco de Samos (310-230 a.C.) de quien tene-
                     mos constancia de que estableció un primer modelo en el que la
                     Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés. Esta idea le valió un
                     rechazo generalizado, al contradecir lo que parece ser la experien-
                     cia general de que nuestro planeta no se mueve. Pocos debieron
                     de ser sus seguidores, porque astrónomos posteriores siguieron
                     admitiendo una visión geocéntrica.
                         Por su parte,  Eratóstenes  (276-194  a.C.)  midió  con gran
                     aproximación las distancias al Sol y la Luna, determinó el ta-
                     maño relativo de ambos astros respecto a la Tierra y calculó con
                     bastante precisión la circunferencia terrestre, un hecho conside-
                     rado como uno de los momentos estelares de la historia de la
                     ciencia. Hiparco de Nicea (190-120 a.C.) descubrió la precesión
                     de los equinoccios, estudió el movimiento de la Luna y deter-
                     minó la duración del año. Solo Plutarco de Queronea ( 46-120), el
                     autor de las Vidas paralelas, se atrevería a plantear, ya en época
                     cristiana, la imposibilidad de que el universo, si es infinito, pueda
                     tener un centro.
                         Copérnico comenzó a conocer a estos astrónomos durante
                     sus estudios en Cracovia.  La mayoría le llegaba en referencias
                     muy posteriores, lo que le condujo a la búsqueda de fuentes más
                     directas, preferiblemente en el idioma original. De ahí nació su
                     interés por aprender griego con la suficiente soltura como para
                     poder sumergirse en un mundo que le resultaba apasionante.
                         Como ya hemos indicado, en tiempos de Copérnico la obra de
                     Aristóteles (384-322 a.C.)  dominaba aún, casi dos mil años des-
                     pués de ver la luz. Su concepción del cosmos estaba basada en
                     una visión puramente filosófica. Para Aristóteles, el universo está
                     dividido en dos partes, la región terrestre y la celeste. En la pli-
                     mera, todos los seres están formados por una combinación de






         36          PRIMEROS AÑOS:  LAS IDEAS CLÁSICAS
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