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explicación consistente. Rompió con lo que para Aristóteles y Pto-
                     lomeo era un principio irrenunciable. Para ellos, la metafísica na-
                    turalista y la experiencia de los sentidos tenían que ser coincidentes:
                    la Tierra estaba inmóvil en el cosmos, rodeada de astros en movi-
                     miento. Copérnico, esgrimiendo argumentos pitagóricos y neopla-
                    tónicos,  utilizó  su capacidad  de  raciocinio para librarse de  un
                    prejuicio. Y así concluyó que esa inmovilidad es solo aparente.



         «Nuestros predecesores suponen, observo, un gran número
         de esferas celestes sobre todo para explicar el movimiento
         aparente de los planetas usando el principio de uniformidad.»
         -  COPÉRNICO,  INTRODUCCIÓN  AL  COIIHfENTARIOLUS.


                        Los otros epígrafes del Commentariolus se titulaban así res-
                    pectivamente: «El orden de las esferas»,  «Los movimientos apa-
                    rentes del Sol», «Los movimientos uniformes no deben referirse a
                    los equinoccios sino a las estrellas fijas»,  «La Luna»,  «Los tres
                    planetas superiores: Saturno, Júpiter y Marte», «Venus» y «Mercu-
                    rio».  En ellos,  el astrónomo polaco fue  desarrollando, sobre la
                    base de datos que no justificó, todo su nuevo sistema. Sin duda, el
                    apartado capital es el breve texto sobre el orden de las esferas,
                    donde despliega la esencia de su modelo:

                        Las esferas celestes se abrazan unas a otras en el siguiente orden: la
                        más alta es la esfera inmóvil de las estrellas fijas, que contiene y da
                        posición a todas las cosas. Dentro está la [ esfera] de Saturno, a la
                        que sigue la cie Júpiter, luego la de Marte. Por debajo de la de Mm.te
                        está la esfera en que giramos; luego la de Venus y la última la de
                        Mercurio. La esfera lunar, sin embargo, rota sobre el centro de la
                        Tien-a y se mueve con ella como un epiciclo.  En ese mismo orden,
                        una esfera sobrepasa a otra en la velocidad de revolución, según
                        su mayor o menor expansión de ciclos. El periodo de Saturno termi-
                        na en el año treintagésimo,  el de Júpiter en el duodécimo, el de
                        Marte en el tercero y el de la Tierra con la revolución anual. Venus
                        completa su revolución en el mes noveno y Mercmio en el tercero.






         96         EL GIRO COPERNICANO
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