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Todo lo que soy capaz de producir con mi inteligencia y todo lo que
pueda ser de utilidad, lo considero en justicia de vuestra propiedad.
Sin duda es cierto lo que antaño Ovidio escribiera al emperador Ger-
mánico: «Según sea tu mirada, mi ánimo decae o se eleva».
El poeta renacentista Wawrzyniec Korwin, amigo de Copér-
nico y miembro de la Sodalitas Vistulana, escribió el prólogo de
la obra. Se trataba de una composición en verso que tituló Adiós
a Prusia, pues Korwin estaba en ese momento a punto de dejar
Warmia para instalarse en Silesia.
Lo interesante de esta dedicatoria es que, pese a estar aso-
ciada a dichas Epístolas, se hace en ella una clara referencia al
Copérnico astrónomo al señalar que el autor de la traducción
«examina y describe los movimientos de la Luna, el Sol y las es-
trellas, al tiempo que los interpreta con sólidas bases». No cabe
duda de que Nicolás era visto ya por quienes lo rodeaban no
corno un funcionario ni corno un clérigo, sino fundamentalmente
corno un sabio.
Quizá llame la atención la aparente dualidad entre ciencia y
arte que se dio en ese momento en la vida y la obra de Copérnico,
pensando en ambas como en dos caminos muy apartados entre
sí. Sin embargo, reflexionando sobre su obra como astrónomo, es
dado pensar que, en el conjunto de esa obra, la estética desem-
peñó también un papel importante. La formulación que haría,
añ_os más tarde, de su nuevo modelo en De revolutionibus estaría
impregnada de un evidente sentido estético.
UN FUNCIONARIO ACTIVO
En marzo de 1512 falleció Lucas Watzenrode, en Torún. Su so-
brino no estuvo a su lado en los últimos momentos. Desde 1510
residía en Frombork, adonde se había desplazado quizá para
poder dedicar más tiempo a sus aficiones astronómicas. Se espe-
cula con un cierto enfriamiento en las relaciones entre ambos pa-
rientes, pero no es algo que haya podido probarse de manera
98 EL GIRO COPERNICANO