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Este párrafo es crucial para la historia de la astronomía. Co-
pérnico intercambió las posiciones del Sol y la Tierra, simple-
mente; pero las consecuencias iban a ser imprevisibles al quebrar
la esencia de la división aristotélica del universo. La Tierra era una
más de las estrellas errantes (planetas), sin que haya razones para
suponerla distinta a las otras.
En el resto del Commentariolus se analizan, una a una, las
trayectorias aparentes de los planetas, el Sol y la Luna, y se reduce
el número de círculos necesarios para explicar el movinúento de
los cuerpos celestes. Frente a los más de sesenta círculos pro-
puestos por los seguidores de Ptolomeo, Copérnico determina que
solo son precisos treinta y cuatro. Dice:
Mercurio sigue, pues, en general, siete círculos; Venus, cinco; la Tie-
rra, tres, y la Luna, cuatro en su movimiento alrededor de aquella.
Finalmente, Marte, Júpiter y Saturno se mueven, cada uno de ellos,
sobre cinco círculos. Serán suficientes treinta y cuatro círculos para
explicar toda la construcción del mundo y la danza completa de los
planetas.
VELEIDADES POÉTICAS
En 1509, el núsmo año en que Copérnico determinó el movinúento .
lunar y dos después de dar a conocer a un círculo de íntimos su
Commentariolus, vio la luz el que sería su primer y único trabajo
literario conocido: la traducción al latín de ochenta y cinco cartas
escritas en griego por el hlstoriador bizantino del siglo vn Teofi-
latto Sin10catta. Se trata de cartas morales, bucólicas y amorosas,
según Copérnico «tan puras que bien pudieran llamarse epístolas
morales». Las publicó la imprenta de Jan Haller en Cracovia y
fueron dedicadas a su tío, dejando constancia de que entre ellos
no existía distancianúento sino todo lo contrario:
A vos, reverendísimo señor, dedico este modesto obsequio a pesar
de no estar en relación alguna con los favores que de vos he recibido.
EL GIRO COPERNICANO 97