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EL «COM.MENT ARIOLUS»

       A pesar de las múltiples misiones que le iba encargando el obispo
       W atzenrode, Copémico supo ir más allá de su vida pública, ya que
       sus inquietudes miraban en otra dirección que no era una ambi-
       ción política. Precisamente 1507 fue un año crucial para el astró-
       nomo, quien aprovechó sus ratos libres y quizá horas arrancadas
       al sueño para pergeñar una obra que significaría el primer gran
       paso hacía su teoría heliocéntrica.
           Se trataba de un pequeño tratado que hoy se conoce como
       Commentariolus.
           No parecen claras las fuentes de las que el Commentariolus
       extrajo su información. La obra de Ptolomeo no estuvo directa-
       mente disponible en griego hasta que su Sintaxis o Almagesto se
       publicó en 1538, estando datada la primera traducción latina el 10
       de enero de 1515. Probablemente utilizó como base el Epitome,
       que había sido impreso en Venecia en 1496, año en el que el astró-
       nomo llegó a Italia.
           Hay que entender el Commentariolus como un trabajo previo
       en el que aparecen algunos elementos que luego desarrolló con
       más amplitud, pero también donde hay disparidades con su visión
       definitiva de la cosmología. En esta obra no encontramos aún la
       estructura matemática de su posterior De revolutionibus, aunque
       no está exenta de desarrollos matemáticos, de los cuales un buen
       ejemplo es la introducción de un tercer movimiento de la Tierra
       al que dio el nombre de declinación;  este nuevo movimiento lo
       justificó para mantener el eje terrestre paralelo a sí mismo durante
       la traslación del planeta, lo que le permitió dar cuenta de uno de
       los fenómenos que más se habían resistido al modelo geocéntrico:
       la precesión de los equinoccios.
           El manuscrito es bastante breve, solo 40  páginas;  está for-
       mado por una introducción, seguida de siete axiomas o postula-
       dos y varias secciones más. Los axiomas no deben tomarse en el
       sentido de ser autoevidentes, sino en el de que Copémico basó sus
       conclusiones en ellos sin más explicación. Textualmente dice:
       «Tras atacar este muy difícil y casi insoluble problema, me vino a
       las mientes cómo podría ser resuelto con menores y más adecua-





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