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taba el nacionalismo alemán, había renunciado a su nacionalidad
para evitar el servicio militar ( aunque se la habían impuesto de
nuevo antes de ingresar en la Academia Prusiana de Ciencias), era
un pacifista declarado, un opositor público a la Primera Guerra
Mundial y un activo defensor del internacionalismo, la realidad
deja escaso margen a la imaginación.
La popularidad había convertido a Einstein, además, en un
blanco fácil. La campaña de desprestigio adoptó todos los for-
matos disponibles: artículos de prensa, libros, panfletos, discur-
sos, conferencias ... Hasta se constituyó una sociedad para ca-
nalizar institucionalmente la animadversión que despertaba, el
Arbeitsgemeinschaft deutscher Naturforscher zur Erhaltung
reiner Wissenschaft (Colectivo de científicos alemanes para la
conservación de la ciencia pura).
Dietrich Eckhart, uno de los padres espirituales del nacio-
nalsocialismo, había abogado abiertamente por el asesinato de
Einstein. Este trató de evaluar la situación con calma. «Todo el
problema se reduce a que los periódicos mencionan mi nombre
constantemente, agitando así a la chusma en mi contra -escri-
bió a Max Planck-. No me queda otro remedio que tener pacien-
cia y marcharme al extrartjero. Solo le pido una cosa: tómese este
pequeño incidente como yo, con humor.»
La tormenta amainó, pero la amenaza permaneció latente.
«Bajo las cenizas», advertía Max Born, sobrevivía «el rescoldo
. de la animosidad contra él, hasta que prendió abiertamente de
nuevo en 1933». En las maletas de Einstein se acumularon eti-
quetas de todos los rincones del planeta: Marsella, Colombo,
Singapur, Hong Kong, Shanghái, Kobe, Tokio, Palestina, Barce-
lona, Buenos Aires, Río de Janeiro, Montevideo, La Habana, Es-
tados Unidos ... Sus viajes recuerdan la estrategia de las parejas
que deciden combatir el deterioro de su relación con ausencias
cada vez más prolongadas. También expresaban su compromiso
con la república y su disposición a interpretar el papel de emba-
jador de la reconciliación ante los vencedores, ya que era uno de
los escasos alemanes que no se habían manchado con el ardor
bélico de 1914. En parte, quizá, se trataba de un entrenamiento
reflejo para el exilio.
152 LAS ESCALAS DEL MUNDO