Page 153 - 01 Einstein
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Einstein había venido barajando sin descanso los motivos
        para quedarse en Alemania o marcharse,  debatiéndose en una
        dualidad tan esquizofrénica como la que confundía las ondas y las
        partículas. En el verano de 1932 cobró conciencia de que el país
        se hallaba a las puertas de una «inminente revolución nacionalso-
        cialista», y los sucesos del otoño y del invierno, que terminaron
        aupando a Hitler a la cancillería, no hicieron sino confirmar sus
        temores. Al abandonar su residencia campestre de Caputh, a las
        afueras de Berlín, le recomendó a Elsa que se despidiera de ella
        con un último vistazo: «Nunca la verás de nuevo».
            Para entonces su prestigio y su vida nómada lo habían con-
        vertido en ciudadano del mundo. El 10 de diciembre de 1932, el
        vapor Oakland soltó amarras en Bremerhaven y partió rumbo a
        Estados Unidos, llevándolo lejos de Prusia y del nacionalismo ale-
        mán. Al mes siguiente, el Reichstag estallaba en llamas. Era un
        anticipo de las hogueras que vendrían para alumbrar el delirio
        nacionalsocialista.






































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