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La admiración que merecía la obra de Newton no acallaba del
todo una cierta incomodidad ante algunas de sus implicaciones.
De la ley de la gravitación, tal como la enunció, se deduce, por
ejemplo, que podríamos enviar mensajes instantáneos al rincón
más remoto del universo c_on solo agitar una masa: su movimiento
modificaría la distancia que la separa de nosotros y, por tanto,
también la fuerza que ejerce sobre cualquier cuerpo de la Tierra.
Un detector con suficiente sensibilidad sería capaz de percibir, al
menos en teoría, estos efectos, que se podrían organizar siguiendo
un patrón, como el código morse.
EL MESÍAS Y EL APÓSTOL
El programa de las fuerzas centrales comenzó a resquebrajarse
cuando se vio que las interacciones electromagnéticas dependían
no solo de la distancia, sino también de la velocidad y de la acele-
ración. Mientras las cargas estuvieran quietas, el esquema clásico
Dirección de las mantenía la compostura, pero en cuanto se ponían en movimiento
fuerzas entre dos
cargas: en una se multiplicaban los términos en las ecuaciones y la dirección de
situación estática la fuerza se desviaba de la línea que unía las partículas, tal como
(a la izquierda) y
en otra dinámica se muestra en la figura.
(a la derecha).
En el caso Los esfuerzos por encajar la dinámica de las cargas en una
estático, la fuerza teoría regida por fuerzas centrales recordaban el embrollo de es-
sobre cada carga
sigue la dirección
de la recta que
las une (F•lect ).
En cuanto las
cargas adquieren
velocidades
(v, y v,) aparece
una fuerza
magnética (F mao)
perpendicular
a la velocidad. La ',_ i
F
fuerza resultante
v, ------~·~
(Ftotal) sobre cada
carga, suma de v,-4--
la fuerza eléctrica
+~
y la magnética,
ya no sigue
la dirección de la
recta que las une.
26 LA REVOLUCIÓN ELECTROMAGNÉTICA