Page 42 - 01 Einstein
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trabajo con notas excelentes. Pero el joven físico no interpretaba
                     el papel de  discípulo incondicional y sumiso con la convicción
                     esperada. En lugar del altisonante «Herr Professor» prefería diri-
                     girse a él con un escueto «Herr Weber». Durante los primeros se-
                     mestres reaccionó  con entusiasmo  a  sus lecciones sobre  ter-
                     modinámica, pero pronto sintió que le estaba escamoteando la
                     física que ansiaba aprender, la teoría sobre la electrodinámica de
                     Maxwell, y terminó desertando de sus clases para estudiarla por
                     su cuenta. Por suerte, como recordaría en su retiro crepuscular
                     de Princeton, «contaba con un amigo - Marcel Grossmann- que
                     asistía a clase con regularidad y tomaba buenos apuntes. Así, a
                     can1bio de la mala conciencia, que sobrellevaba con gusto, gocé
                     de la libertad de elegir en qué ocupaba mi tiempo hasta un par de
                     meses antes del examen».


          «Si son rosas, florecerán.»

         -  RESPUESTA  DE  MICHELE  BESSO,  INGENIERO  Y AMIGO  DE  EINSTEIN,  ANTE  LAS  DUDAS  DE  ESTE
            SOBRE  SUS  IDEAS.


                         En las aulas, su asiento vacío no pasó desapercibido y tam-
                     poco se interpretó como una muestra de respeto. La versión de
                     Weber puede resumirse en una advertencia:  «¡Eres inteligente,
                     muchacho! Pero tienes un defecto. Que no dejas que nadie te diga
                     nada. Absolutan1ente nada». De tenderle una mano a su llegada a
                     Zúrich, antes de comenzar sus estudios, pasó a darle la espalda
                     después de que los terminara. Tras los exámenes finales fue  el
                     único estudiante que, habiendo aprobado, no recibió una oferta
                     para quedarse a trabajar en el centro. Los ecos de este portazo se
                     propagaron al resto de instituciones académicas. Todos sus even-
                     tuales empleadores pedían referencias a su tutor y parece que
                     Weber respondía puntualmente y con sinceridad. Sus solicitudes
                     de un puesto de ayudante, un primer escalón indispensable para
                     emprender una carrera como investigador, chocaron con un muro
                     de silencio. La reacción inicial de Einstein fue de indignación. «Es
                     realmente espantoso pensar en los obstáculos que estos viejos fi-
                     listeos ponen en el canlino de cualquier persona que no sea de su





         42          TODO MOVIMIENTO ES  RELATIVO
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