Page 44 - 01 Einstein
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lloraban a Einstein como si hubiera muerto. Después de ente-
rarse de que Mileva había suspendido los exámenes finales, Pau-
line preguntó: «¿ Y ahora qué va a ser de esa muchacha?». A lo que
Einstein respondió con determinación: «Se convertirá en mi es-
posa». La única respuesta que supo dar entonces su madre fue
arrojarse sobre una cama y cubrirse la cabeza con la almohada,
para sofocar un ataque de llanto. Una escena que Einstein pintó
con todo lujo de detalles para Mileva. No es de extrañar que la
joven alimentara escasas simpatías hacia su futura suegra: «Esta
señora parece que se ha propuesto como meta en la vida no solo
amargar cuanto pueda mi existencia, sino tan1bién la de su hijo».
Ciertamente la postura de Pauline reflejaba un afán común
entre la burguesía de la época: rematar un buen matrin10nio.
La relación sentimental de Mileva y Albert nació teñida de
romanticismo y cargada de buenas intenciones, de proyectos co-
munes donde añadían a la pasión amorosa su fervor por la ciencia.
Einstein quedó deslumbrado nada más conocerla en las clases de
la Politécnica. Para un hombre de su temperamento, el peor repro-
che de su madre se transformaba en el elogio más encendido:
«ella es un libro como tú». Una mujer que aspirase a una carrera
científica era una rara avis en su entorno social, un espécimen
precioso por su singularidad. Se veían investigando juntos, discu-
tiendo juntos, viviendo juntos, superando juntos cualquier oposi-
ción familiar.
Las cartas que Einstein le escribió entonces a Mileva giran
como variaciones alrededor de dos temas igual de absorbentes: la
física y el cariño. Venciendo no pocas dificultades, hicieron reali-
dad su sueño. Mileva dio a luz una hija semi clandestina en Hunglia,
que Einstein nunca llegó a conocer, se casaron en 1903 en una
boda a la que no acudió ningún familiar, tuvieron dos hijos más,
sufrieron la erosión de la convivencia en una situación económica
muy precaria, interpretaron una sinfonía de celos y reproches, y
acabaron en una guerra soterrada y con los hijos convertidos en
arma arrojadiza. Su idilio despuntó corno una comedia romántica
y derivó en un dran1a matrimonial. Una historia que no llamada la
atención de nadie si uno de los cónyuges no hubiera sido elegido
por votación popular como uno de los iconos del siglo xx.
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