Page 48 - 01 Einstein
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ENTRADA EN  SOCIEDAD

                     Aunque de puertas afuera lo sobrellevara con humor, Einstein no
                     disfrutaba de su desencuentro con el resto del mundo.  La de-
                     fensa numantina de su relación con Mileva no debía plantearle
                     demasiados remordimientos, pero la desazón que proyectaba en
                     sus padres la incertidumbre de su futuro profesional lo atormen-
                     taba.  En una carta a su hermana Maja asoma esta angustia en
                     toda su crudeza:

                         No supongo más que una carga para mis parientes [ ... ]. Seguramen-
                         te lo mejor para ellos sería que yo no existiera. Solo la idea de que
                         siempre he hecho cuanto me han permitido mis escasas fuerzas y
                         que vivo año tras año sin concederme un placer, una diversión, salvo
                         los proporcionados por nús estudios, me permite continuar y a veces
                         me protege de la desesperación.

                         En los momentos de abatimiento contempló la posibilidad de
                     tirar por la borda sus aspiraciones científicas y emplearse en una
                     compañía de seguros. Sin embargo, consiguió mantenerse sobre
                     la cuerda floja,  haciendo malabarismos de un trabajo precario a
                     otro: dio clases particulares, sustituyó a un profesor de matemáti-
                     cas en la escuela técnica superior de Winterthur, fue tutor en un
                     internado de Schaffhausen ... y en ocasiones comió muy poco. Su
                     amigo  Friedrich Adler confesó que  en algún momento llegó  a
                     temer que muriese de hambre.  Cuando su antiguo mentor Max:
                     Talmey, ya doctor, le hizo una visita y vio la habitación donde
                     vivía,  constató que:  «su entorno revelaba una pobreza conside-
                     rable». Finalmente, por mediación de su antiguo compañero de la
                     Politécnica Marcel Grossman, Einstein consiguió un puesto en
                     la Oficina de Patentes de Berna. A cambio de un sueldo más bien
                     escaso, debía evaluar la viabilidad de los inventos que aspiraban
                     a una patente, en su mayoría con un fundamento electrotécnico.
                     En realidad,  era una oportunidad para dejarse arrastrar por el
                     flujo creativo de los inventores y regresar al universo acogedor de
                     las bobinas, los conmutadores y las dinamos en el que había sido
                     iniciado por el tío Jakob. Como escribió a la viuda de Grossmann,






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