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treinta y cuatro años después, se trataba de un trabajo «sin el cual
                       no hubiera muerto, pero se habría echado a perder mi espíritu».
                       El puesto le ofrecía la estabilidad mental y económica que necesi-
                       taba para sentarse y poner en orden sus ideas.
                           En 1905, Einstein hizo uno de los debuts más memorables en
                       la historia de la ciencia. Desde una posición absolutamente mar-
                       ginal dentro del sistema, publicó cinco artículos donde hablaba de
                       la naturaleza cuántica de la luz, el movimiento browniano, la rela-
                       tividad especial y la equivalencia entre masa y energía. Cuando la
                       comunidad científica finalmente se dio por aludida, buscó en vano
                       en las últimas páginas o en las notas al pie alguna referencia al
                       trabajo de un catedrático o profesor de universidad. En su artículo
                       fundacional de la relatividad ( «Sobre la electrodinámica de los
                       cuerpos en movimiento») Einstein no menciona a más físicos que
                       a Newton, Faraday y Maxwell. Su única frase de agradecimiento
                       es para un compañero de la Oficina de Patentes: «Finalmente hago
                       notar que en el trabajo sobre el problema tratado aquí mi amigo y
                       colega M. Besso ha estado fielmente a mi lado, y que a él tengo que
                       agradecer muchos y valiosos estímulos». Que era como decirle a
                       los miembros de la comunidad científica que ahí quedaba eso y
                       que no les debía nada.





                       LOS PRECURSORES DE LA RELATIVIDAD

                       La ciencia ha triunfado allí donde han fracasado la historia, la fi-
                      losofía o el derecho, y donde fracasamos las personas día tras día:
                       en poner de acuerdo a los más diversos observadores acerca de lo
                      que sucede en realidad, mediante relaciones matemáticas y se-
                      guras. Claro que semejante logro se ha conquistado a costa de un
                       «pequeño» sacrificio: tirar por la borda las nociones intuitivas de
                      tiempo y espacio.
                          El primer paso hacia el principio de relatividad lo dio Gali-
                      leo Galilei, que en la segunda jornada de su Diálogo sobre los dos
                      sistemas máximos del mundo proponía a sus lectores un curio-
                      so experimento:






           50         TODO MOVIMIENTO ES  RELATIVO
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