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Como no eran filósofos griegos, en lugar de matar el tiempo
                      especulando sobre las propiedades del éter, los científicos se en-
                     cerraron en los laboratorios para buscarlo. Diseñaron experimen-
                     tos extremadamente sensibles y cuidadosos para detectar algún
                     rastro del peregrinaje de esta Tierra inmersa en el éter. El resul-
                     tado fue siempre negativo.
                         El éter se comportaba igual que  el asesino  de una novela
                     negra: cometía el crin1en de transportar la luz, pero luego no de-
                     jaba rastro. Bien estaba que fuera sutil, pero empezaba a resultar






                EL EXPERIMENTO DE MICHELSON Y  MORLEY
                En 1887 Albert Michelson y Edward Morley trataron de medir la acción del •éter
                sobre la  Tierra en movimiento, un efecto parecido al  viento que siente un
                motorista cuando atraviesa una  masa de aire que esté en calma. Podemos
                descomponer el  experimento en cuatro pasos:
                 l.  Se divide un haz luminoso en dos, de modo que se separen en direcciones
                   perpendiculares. Para este fin se utiliza una placa de cristal cubierta con
                   una película de plata, del grosor necesario para desviar la  mitad de la  luz
                   y dejar pasar la otra mitad. A partir de este punto los dos haces recorre-
                   rán dos distancias de la  misma longitud.
                 2.  Al final de cada recorrido se sitúa un espejo, para que los haces reboten.
                 3. La  dirección de uno de los haces coincidirá con el desplazamiento de la
                   Tierra. Si  existe un éter que nuestro planeta surque en su  periplo orbital,
                   su  presencia romperá la  simetría en el  recorrido de los dos haces.

                 4. Cuando dos ondas, A  y 8, coinciden, se  produce un fenómeno llamado
                   interferencia. Si se sincronizan a la perfección, los valles y las cumbres de
                   una y  otra se  refuerzan mutuamente, dando como resultado la  onda  C
                   (figura 1).

                Si se juntan de modo que cada valle encaje en una cumbre y viceversa, ambas
                se  anulan (figura 2).  Lo más común es un resultado intermedio, de manera
                que no coincidan ni se anulen exactamente (figura 3). Al estudiar el  patrón de
                interferencia de las ondas luminosas que se reúnen tras su viaje de ida y vuel-
                ta a los espejos, cabe esperar el  tercer resultado. Uno de los haces, el  que








          60         TODO MOVIMIENTO ES  RELATIVO
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