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Podemos plantear otra situación donde los observadores asis-
tan al mismo conjunto de fenómenos desde sistemas inerciales
distintos, para pedirles ahora que extraigan de ellos el valor de un
intervalo de tiempo. En «Sobre la electrodinámica de los cuerpos
en movimiento», Einstein se sirvió de un razonamiento más di-
recto. Partiendo de dos sistemas G y D, donde D se desplaza con
respecto a G con una velocidad u uniforme, situó un reloj justo en
el origen de coordenadas de D y se preguntó: «¿ Cuál es el ritmo
de este reloj cuando se considera desde el sistema en reposo?».
La respuesta que obtuvo, después de aplicar una transforma-
ción de Lorentz, fue:
t'=t-(l - ~)-t.
A la vista de la ecuación, concluía: « [ ... ] se sigue que la lec-
tura del reloj, considerado desde el sistema en reposo, se retrasa
cada segundo en 1- ~ segundos». De alú la percepción, para quien
está en reposo, de que el tiempo transcurre más lentamente en el
sistema en movimiento.
NEWTON A OJOS DE LA RELATIVIDAD
Gracias a la transformación de Lorentz, las ecuaciones de Maxwell
mantienen su forma en cualquier sistema inercial, pero ¿qué ocu-
rre con las viejas ecuaciones de la dinámica newtoniana? Si las
sometemos al nuevo cambio de coordenadas, sufren la misma me-
tamorfosis que padecían las de Maxwell ante la transformación de
Galileo: aparecen términos sin sentido físico. ¿Hemos desnudado
a un santo para vestir otro? La respuesta es que debemos corregir
ligeramente las ecuaciones de Newton para ponerlas al día. Una
vez que nos decidimos a aceptar los postulados relativistas, tene-
mos que aplicarlos a todas las leyes de la física, y la dinámica no
constituye una excepción.
Ahora la masa se convierte en otra magnitud, como la longi-
tud, que depende de la velocidad relativa del sistema desde donde
TODO MOVIMIENTO ES RELATIVO 75