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,TODO ES RELATIVO?
Llegados a este punto, cabe plantearnos si la contracción de
Lorentz y la dilatación temporal son reales. Seguramente antes
de contestar, Einstein nos preguntaria con una media sonrisa qué
entendernos por real. Podernos afirmar que de un mismo fenó-
meno, examinado desde diversos puntos de vista, los observadores
extraerán conclusiones diferentes acerca de las distancias, la si-
multaneidad y los intervalos de tiempo. Por tanto, estas nociones
no son absolutas. Tampoco son arbitrarias, porque podemos rela-
cionar con precisión unos puntos de vista con otros y predecir las
conclusiones a las que llegarán los observadores de otros sistemas
a partir de las nuestras. La contracción y la dilatación son reales en
el sentido de que si la luz viajara a 100 km/h, por ejemplo, veríamos
a los ocupantes de un vehículo que corriera a 90 km/h aplastarse
como si los hubieran pintado sobre la superficie de un acordeón
que se cierra. Pero no lo son si esperarnos que los átomos que
componen el coche y sus ocupantes se comprin1an en un sentido
físico literal. Los pasajeros no experinlentan ningún aplastamiento
a bordo del coche. Para ellos los efectos relativistas se invierten:
quienes se aplastan son las fachadas de la calle y los transeúntes,
que caminan a cámara lenta .
.
Nuestras nociones de espacio y tiempo están vinculadas a
nuestro estado de movimiento y no podemos extrapolarlas alegre-
mente al resto del universo. Cuando se detiene el vehículo, se des-
vanece la magia. Los ocupantes y los transeúntes perciben las
mismas longitudes y sus relojes marchan al mismo ritmo.
Esta última afirmación no es del todo exacta, porque tanto
para adquirir una velocidad como para detenernos precisarnos el
concurso de una aceleración, una invitada que nadie espera en la
relatividad especial. Y cuando la aceleración se presenta, hay que
ampliar el terreno de juego hasta el marco de la relatividad gene-
ral, donde nos aguardan nuevos efectos inesperados, entre ellos
que la dilatación temporal deja su huella incluso después de ha-
bernos parado. Si viajamos al espacio a bordo de una nave que
alcance velocidades muy próximas a la luz, al regresar seremos
más jóvenes que nuestro hermano gemelo, que se quedó agitando
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