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el pañuelo en la base de lanzamiento. La aceleración rompe la si-
                     metria entr~ sistemas de referencia inerciales.
                         Las transformaciones de Lorentz y la ruptura de la simulta-
                     neidad resultan extrañas a nuestra intuición. A medida que la
                     ciencia inspecciona regiones a una escala muy alejada de la nues-
                     tra,  con distancias tan pequeñas que no podemos concebirlas
                     ( caso de la mecánica cuántica o de las teorias de cuerdas) o tan
                     grandes que abarcan el universo ( como la relatividad general),
                     debemos renunciar a la guía del sentido común, formado en nues-
                     tra esfera cotidiana, bajo una variedad de fenómenos reducida.
                     Podemos adoptar una postura pragmática, comprobar si las teo-
                     rias presentan contradicciones lógicas y se corresponden con la
                     experiencia. Si sus conclusiones resultan simplemente sorpren-
                     dentes, la culpa no es de la física, sino de nuestro limitado rango
                     de experiencias.
                         En el mundo de Newton y Galileo cada suceso repercute en
                     todo el espacio de modo instantáneo, así que la simultaneidad
                     adquiere sentido. En el mundo relativista no podemos ponemos
                     de acuerdo con tanta celeridad. La información corre a lomos de
                     viajeros que, como máximo, se desplazan a la velocidad de la luz.
                     Solo podemos responder de nuestras mediciones y comunicarnos
                     con el resto del universo lanzando sondas, en forma de rayos lu-
                     minosos, por ejemplo. A partir de los datos que nos devuelvan
                     construiremos nuestra imagen de lo que allí sucede. No  existe
                     una atalaya privilegiada desde la que contemplar los fenómenos
                     y constatar qué ha sucedido realmente.




                     UN RAYO INALCANZABLE


                     Al completar «Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movi-
                     miento», Einstein pudo contestar por fin la pregunta que le había
                     asaltado en Italia a los dieciséis años: ¿qué sucederia al tratar de
                     alcanzar un rayo luminoso? Hoy en día la respuesta forma parte
                     del acervo popular: nada puede ir más deprisa que la luz ni tam-
                     poco alcanzarla. ¿Por qué?





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