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salgan ordenadas en alguna manera sorprendente: primero las
espadas, comenzando desde el as hasta el rey, y así el resto de
los palos. Sin embargo, nuestra sorpresa es mayúscula cuando
vemos aparecer el cuatro de espadas seguido del siete de copas,
la sota de copas, el nueve de oros, el as de espadas ... Todo muy
desordenado. Con indignación le espetamos que no se trata de un
truco de magia, que eso lo podrían10s haber hecho nosotros sim-
plemente mezclando las cartas. «¿Sí? -nos responde-. ¿Puede
repetir el mismo orden en que he sacado yo las cartas de la ba-
raja? ¿Cree que le resultaría tan fácil como sacar los palos orde-
nados? ¡Inténtelo!»
Si nos detenemos a pensar un poco, descubrimos que el
mago tiene razón, pero hay algo que falla. El orden en que él ha
sacado las cartas es igualmente probable que el que nosotros
esperábamos. De hecho, cualquier orden es igualmente proba-
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ble y hay 10 ordenaciones posibles, luego la probabilidad de
obtener una determinada es de uno frente a 10 48 , algo inconce-
EL DEMONIO DE MAXWELL
Para demostrar que la segunda ley de la termodinámica tenía solo «una cer-
tidumbre estadística», Maxwell propuso un experimento mental que es cono-
cido como «el demonio de Maxwell». Lo menciona por primera vez en una
carta del 11 de diciembre de 1867 a su amigo Peter Guthrie Tait y posterior-
mente lo incluyó en su libro Theory of Heat (1871) en el epígrafe «Limitations
of the Second Law of Thermodynamics». Su planteamiento fue el siguiente:
imaginemos un recipiente como el de la figura, dividido en dos partes, A y B,
separadas por un tabique en el que hay un agujero que se puede abrir y cerrar
a voluntad. Ambas partes contienen el mismo gas a la misma temperatura.
Ahora imaginemos que un ser «capaz de seguir el curso de cada molécula ...
abre y cierra este agujero de modo que solo permite pasar las moléculas más
rápidas de A a B, y solo las lentas de B a A. De este modo, y sin hacer un gasto
de trabajo, aumentaría la temperatura de B y bajaría la de A, en contradicción
con la segunda ley de la termodinámica». Con este «demonio» (nombre acu-
ñado por Thomson y que a Maxwell nunca le gustó), Maxwell quiso demostrar
que todo intento por desarrollar una teoría dinámica de termodinámica -el
empeño de los alemanes Clausius y Von Helmholtz- era fútil:
120 CALOR, ENERGÍA, ENTROPÍA Y ÁTOMOS