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CAOS TÉRMICO
              Si  llenamos un  vaso de agua y  lo mira-
              mos, lo que veremos será  un  fluido uni-
              forme, cristalino, sin movimiento alguno
              -a no ser, claro, que le  demos un golpe
              al vaso- y  sin  percibir ningún tipo de
              estructura  interna.  Sin  embargo,  esta
              uniformidad del agua es solo aparente.
              Si  la observamos con un aumento de al-
              gunos millones de veces descubriremos
              una diáfana estructura granular, formada
              por innumerables partículas muy apre-
              tadas entre sí. También descubriremos
              que el agua se encuentra muy lejos de la
              quietud. Sus moléculas están en un esta-
              do de violenta agitación, dando vueltas y
                                                Retrato del botánico escocés Robert
              empujándose entre sí como la gente que
                                                Brown por el  pintor inglés Henry William
              abarrota un bar en  un día  festivo.  Este   Pickersgill (1782-1875).
              movimiento irregular de las moléculas de
              agua recibe el nombre de movimiento o agitación térmica, por la sencilla razón
              de que su causa está en el calor. Nosotros no vemos esa agitación molecular,
              pero lo que sí  provoca es  cierta irritación, por decirlo de alguna forma,  en
              nuestras células nerviosas, originando la sensación que denominamos «calor».
              Movimiento browniano
              Para organismos mucho más pequeños que nosotros, como pueden .ser las
              bacterias que viven en un charco, el  efecto es  más pronunciado. Las  pobres
              bacterias son pateadas, empujadas y movidas incesantemente por las inquie-
              tas moléculas de agua. Este fenómeno es  conocido con el  nombre de «mo-
              vimiento browniano», en honor a su  descubridor, Robert Brown (1773-1858).
              Claro que no lo hizo con bacterias, sino con diminutos polvi llos de polen. Una
              demostración clara  y  meridiana de lo que acabamos de decir la  tenemos si
              hacemos el siguiente experimento. Llenemos un vaso con agua del grifo. A su
              vez, calentamos agua y  la vertimos en otro vaso.  Si  añadimos unas gotas de
              tinta en ambos vasos, esta se difundirá más rápidamente en el  vaso de agua
              caliente que en el de agua fria. La razón es muy simple: las moléculas de agua
              se  mueven con más violencia a medida que adquieren más calor y golpean
              con más frecuencia a las partículas de tinta, enviándolas rápidamente a pun-
              tos lejanos dentro del vaso. Esto también tiene relación con lo que llamamos
              «temperatura». En  el  fondo, la  temperatura no es  más que una medida de la
              agitación térmica de las moléculas de agua contenidas en el vaso: es el efecto
              visible a nuestros ojos de que las moléculas chocan unas contra otras.









                                           CALOR, ENERGÍA, ENTROPÍA Y ÁTOMOS   119
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