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siempre lo hará de modo que conlleve un aumento de entropía.
                     Ahí reside la fuerza de la ecuación de Boltzmann:  da cuenta y
                     razón de la degradación de todo lo existente. Boltzmann, aunque
                     corto de vista, percibió mucho más allá que sus colegas, que no
                     acababan de creerse que los átomos realmente existían. Muchos
                     dudaron de sus argumentos creyendo que el universo tenía una
                     finalidad,  un propósito, y su evolución no era el fruto de simples
                     colisiones azarosas. Se volvía a repetir el triste camino que otros
                     investigadores habían recorrido antes que él. Desdeñado y desen-
                     cantado por todo, en 1906 se suicidó. Irónicamente, hacía menos
                     de un año que un joven trabajador de una oficina de patentes de
                     Suiza llamado Albert Einstein había publicado un artículo en la re-
                     vista Anales de física donde demostraba que, aplicando las supo-
                     siciones de Boltzmann, se podía explicar el movimiento errático
                     de un grano de polen en el agua, un misterio que había permane-
                     cido sin resolver desde 1828.





                     REPARTIENDO ENERGÍA

                     Uno de los primeros pasos en el desarrollo de la teoría cinética
                     de los gases consistió en calcular el número de moléculas que via-
                    jaban a una velocidad dada. Para ello, la intuición de Maxwell le
                    había hecho ignorar las leyes de Newton, capaces de hacer predic-
                     ciones precisas sobre el movimiento de las partículas, y arrojarse
                     en brazos de la interpretación del movimiento molecular como un
                    simple juego de azar. Después de todo, no estaba muy equivocado.
                    El movimiento de la bola en una ruleta está guiado por las leyes
                    de Newton, que son incapaces de predecir el número en el que
                    iba a caer. Como ya hemos dicho anteriormente, para aplicar los
                    métodos probabilísticos, Maxwell debía imponer una condición
                    más: cualquier estado de un sistema es tan probable como cual-
                    quier otro.
                        En el caso de una ruleta es fácil de ver. Significa que cualquier
                    número tiene las mismas probabilidades de salir. Pero en los gases
                    la cosa no es tan fácil. Debemos remitirnos al principio de conser-





         124        CALOR, ENERGÍA, ENTROPÍA Y ÁTOMOS
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