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A comienzos del siglo XIX, la electricidad era el nuevo juguete cien-
tífico gracias al descubrimiento de la pila eléctrica. Quien tuvo la
culpa de la construcción de la primera no fue un hombre, sino
una rana ... Más concretamente, la pata diseccionada de una rana
y una serie de ingeniosos experimentos del médico, fisiólogo y fí-
sico italiano Luigi Galvani ( 1737-1 798) en 1786. Aquel año, Galvani
observó que una pata de rana diseccionada se contraía cuando se
la colocaba en una mesa cerca de un generador electrostático,
un aparato capaz de generar descargas eléctricas. Los trabajos
de Galvani sobre el efecto de la electricidad en la pata de aquella
anónima rana -él la denominó «electricidad animal»- llamaron
la atención de otro italiano, el físico Alessandro Volta (17 45-1827).
Para Volta, las contracciones no eran nada extraordinario, nin-
gún tipo de electricidad distinta a la ya conocida. Simplemente,
los nervios y los músculos de la rana operaban como un aparato
extremadamente sensible capaz de detectar corrientes eléctricas
muy débiles, mucho más que las que se podían medir con el ins-
trumental de entonces. Volta probó sus ideas con la invención de
la primera batería eléctrica práctica, que describió en una carta
a la Royal Society en 1800. La batería de Volta estaba compuesta
por dos células de metales diferentes, tales como plata y cinc, se-
parados por discos de cartón humedecidos con agua salada y co-
nectados en serie. Una combinación de estas células componían
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