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A los jóvenes estudiantes que entraban en el laboratorio les de-
                    jaba investigar lo que quisieran. Era la norma que él había seguido
                     durante su vida; nunca sugirió ningún tema a no ser que se lo pregun-
                     taran. Su trabajo como director y su valía humana hicieron que se
                     ganara el aprecio de cuantos le conocieron tanto dentro como fuera
                     del laboratorio; si como profesor no fue especialmente brillante de-
                     bido a su dificultad para hablar en público, corno guía en el mundo
                     de la ciencia experimental fue un importante puntal de apoyo.
                         Por supuesto, cometió sus errores. Uno de ellos, y principal,
                    fue suponer que la pasión que él tenía por el conocimiento estaba
                    presente en todos los que trabajaban con él. Arthur Schuster (1851-
                     1934), un físico que hizo importantes trabajos en espectroscopia y
                    que conocía de primera mano la forma de trabajar tanto en Cam-
                    bridge corno en Berlín, comentó los problemas que él creía que tenía
                    el Cavendish a quien fue escogido corno director tras la muerte de
                    Maxwell, John William Strutt, tercer barón de Rayleigh: no había
                    posibilidad de realizar experimentos de primera fila que fueran si-
                    multáneos y de signo contrario, el trabajo de aula no estaba relacio-
                    nado con el que se llevaba a cabo en el laboratorio, no existía una
                    supervisión del trabajo del alumnado y, sobre todo:

                        [ .. . ] incluso un hombre bueno es un ser completamente indefenso
                        la primera vez que entra en un laboratorio. No tiene ni idea del tiem-
                        po que lleva concebir y poner a punto los detalles para la experimen-
                        tación, ni cómo las dificultades imprevistas con frecuencia pueden
                        postergar la investigación principal hasta casi eclipsarla.

                        Lo que señalaba con acierto Schuster era que existía una dife-
                    rencia sustancial entre el trabajo en un laboratorio privado y el de
                    un centro dedicado por completo a la investigación. El problema es
                    que Maxwell había hecho prácticamente todas sus investigaciones
                    en lugares como el primero: en su taller en Glenlair y en el labora-
                    torio de Forbes en Edirnburgo aprendió las técnicas necesarias; sus
                    experimentos cruciales de electromagnetismo, color y viscosidad
                    de los gases los hizo en el taller de ingeniería de los sótanos del
                    King's College, en su desván de Kensington y en los que habían mon-
                    tado en sus casas los expertos en electromagnetismo en Londres ...






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