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Sus padres le adoraban. Al poco de ponerse en pie y empezar
        a hablar, se dieron cuenta de que su hijo no solo se interesaba por
        cualquier cosa, algo habitual en los niños, sino que iba siempre un
        poco más allá en sus pesquisas infantiles sobre el funcionamiento
        del mundo. Por ejemplo, no se contentó con descubrir cómo lla-
        mar a los timbres con los que se avisaba al servicio en la cocina,
        sino que se empeñó en conocer qué llamador hacía sonar qué cam-
        panilla y por dónde corrían los cables por la casa.


            «La felicidad y la miseria deben crecer inevitablemente con el
         crecimiento del poder y del conocimiento ... la traslación de uno
                  a otro lado es esencialmente milagrosa, mientras que el
                                                  progreso es algo natural.»

                                                           -  JAMES  CLERK MAxWELL.

            Bajo la tutela de su madre aprendió a leer y a escribir. Mujer muy
        cultivada en las artes y las humanidades, imbuyó a su hijo la pasión
        por la historia y la geografía, y en especial por la literatura. Antes
        de que pudiera darse cuenta de lo que hacía, leía todo lo que caía
        en sus manos y tenía sus autores preferidos, John Milton y William
        Shakespeare. Es más, tenía una envidiable habilidad: era capaz de
        recordar la mayoría de lo que leía Dicen que «amas lo que man1as»,
        y para James la literatura siempre fue una pasión encendida: no en
        balde una de las distracciones de la fanlilia consistía en reunirse y
        leer en voz alta novelas, poesía u obras de teatro. También la religión
        desempeñaba una parte importante en la rutina de la mansión: todos
        los días patronos y sirvientes se reunían para rezar, y los domingos
        acudían a la iglesia de Partan, a ocho kilómetros de la casa. Con un
        padre presbiteriano y una madre episcopaliana, el matrimonio pros-
        peró porque ambos eran tolerantes en temas doctrinales.
            Como estipulaban las normas sociales de la época, los Clerk
        Maxwell participaban en ferias y bailes e intercambiaban visitas
        con otras familias de su misma posición social en el Valle Feliz,
        como sus residentes llamaban al valle del Urr. John, que era abo-
        gado en Edimburgo, poseía una más que aceptable renta y no le
        preocupaba lo más mínimo florecer en el negocio de los tribunales.





                                                   UN MATEMÁTICO PRECOZ      17
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