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Con la ayuda de sus tías Jane e Isabella, James empezó a vestir
        como sus compañeros pero, para tormento de Jane, no se compor-
        taba como ellos. En raras ocasiones participaba en los deportes
        en los que se esperaba que compitiera un chico de su posición y,
        aunque solía jugar en el recreo con los demás, la mayoría de las
        ocasiones se iba a una esquina del patio donde había unos pocos
        árboles y algo de hierba y se dedicaba a observar los escarabajos
        y las abejas, o a inventarse ejercicios gimnásticos que realizaba en
        las ramas. No obstante, no era la prácticamente inexistente rela-
        ción con sus compañeros lo que le hacía acudir receloso a clase,
        sino la repetición sin sentido de ejercicios de griego y latín, que le
        recordaba la época de su tutor. Pero había algo más que le marti-
        rizaba: sus titubeos cuando hablaba en público, que hacía que las
        palabras se agolparan a rachas entre largos espacios de tiempo
        en silencio. Este defecto le acompañó durante la mayor parte de
        su vida. Poco a poco comenzó a dar muestras de su inteligencia;
        empezó a destacar rápidamente en biografías de las Escrituras y
        en inglés -claro reflejo de su vida en Glenlair- , mientras que, a
        causa de la falta de preparación previa, se mantuvo en un discreto
        segundo plano en aritmética y en latín.


            «[James] tenía tres cualidades que sus compañeros no podían
                dejar de admirar: agilidad y destreza en sus brazos, coraje
                    imperturbable y una profunda naturaleza bondadosa.»
                         -  PALABRAS  DE  LEW!S  CAMPBELL,  COMPAÑERO  DE  MAxWELL  EN  LA  ACADEMIA
                                             DE  EDIM.BURGO,  Y POSTERIOR&IENTE  SU  BIÓGRAFO.
            En casa de su tía Isabella, que vivía en el 31  de la bocacalle
        de lndian Street Heriot Row - y que entre la familia se la llamaba
        «Old 31»- , la situación era muy estimulante. James se maravilló
        con la biblioteca, mucho mejor nutrida que la de Glenlair. Pronto
        descubrió la obra del escritor irlandés Jonathan Swift y la del gran
        poeta, dramaturgo y crítico John Dryden, que dominó la vida lite-
        raria inglesa durante la segunda mitad del siglo XVII.  En el campo
        de la filosofía, un terreno que también estaría muy presente en su
        vida, comenzó por los textos de Thomas Hobbes.






                                                   UN  MATEMÁTICO PRECOZ     21
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