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le ocupaba demasiado tiempo.  Corno no había una escuela cer-
                     cana y no quería enviarlo lejos, pues no soportaría la soledad en
                     la que se encontraría, contrató corno tutor para su hijo a un joven
                     de dieciséis años que había obtenido unas notas brillantes en la es-
                     cuela, pero que había retrasado su ingreso en la universidad: a sus
                     ojos, era el candidato perfecto. La realidad fue otra muy distinta.
                         Este joven sin ninguna preparación para la enseñanza lo lle-
                     vaba a cabo tal y como le habían educado, haciendo honor al viejo
                     aforismo de «la letra con sangre entra». James, un niño brillante,
                     quería complacer a su padre, pero no entendía por qué había que
                     memorizar cifras y palabras sin sentido. Ningún tirón de orejas
                     ni coscorrón iban a hacerle cambiar de opinión respecto a esa
                     forma de aprendizaje. Pero, finalmente, después de un año de tor-
                     mento, se rebeló. Junto a la charca de los patos, James tenía una
                     vieja bañera que usaba corno barca. En mitad de la lección, salió
                     corriendo y remó hasta llegar al centro de la charca desafiando los
                     gritos y amenazas de su tutor. Y allí se quedó.





                     LA ACADEMIA DE EDIMBURGO

                     La bronca de su padre fue en consonancia con su acto de rebelión,
                     pero al menos logró hacerle reflexionar. Entonces entró en acción
                     su cuñada Jane, la hermana más joven de Frances, que vivía en
                     Edimburgo. Comprendió que un niño de diez años debía ir a la es-
                     cuela. Con la ayuda de la hermana de John, Isabella Wedderburn,
                     que también vivía en Edimburgo, convencieron al reacio padre de
                     que James necesitaba recibir una educación formal. Además, Isa-
                     bella vivía cerca de la Academia de Edimburgo, una de las mejores
                     escuelas de Escocia. La elección estaba hecha.
                         Por desgracia, el primer año ya estaba completo, así que el no-
                     vato Jan1es tuvo que entrar en segundo y enfrentarse con su acento
                     de campo y su peculiar vestin1enta, diseñada por su padre, a se-
                     senta niños provenientes de las mejores fantilias de la ciudad, ba-
                     leados en los habituales conflictos escolares, de maneras y hablas
                     refinadas, vestidos con chaquetas ajustadas y zapatos estrechos.





         20          UN MATEMÁTICO PRECOZ
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