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y atrajeron a tan pocos candidatos que solo se había concedido
en una ocasión -en 1850-, a un tal Robert Peirson, del que nada
se sabe. El resto de las convocatorias, el premio había quedado
desierto.
Para el premio de 1857 se pidió a James Challis (1803-1882)
que sugiriera un tema apropiado capaz de llamar la atención de
posibles candidatos. Challis ocupaba la plaza de Profesor Plumian
de Astronomía y era el director del observatorio de Cambridge.
Por esas ironías de la vida, Challis se había visto envuelto en el
affaire de Neptuno. Adams le había enseñado sus cálculos, pero
él no debió creérselos porque no inició la búsqueda de Neptuno,
pezó a pensar que quizá existiera
ese octavo planeta: Le Verrier era
un matemático mucho más presti-
gioso que Adams. Con mala idea,
comentó a diversos astrónomos
ingleses las ideas del francés, pero
no mencionó para nada a Adams.
Incluso el 2 de julio, cuando visitó
Cambridge, se encontró accidental-
mente con Adams y no le comentó
nada de lo que se estaba cociendo
en Francia. Mientras, Adams ha-
bía afinado sus cálculos y decidió
presentar sus resultados en una
reunión de la Asociación Británica
para el Progreso de la Ciencia, pero
cuando llegó, la sesión dedicada a
la astronomía había terminado. No
pudo convencer a ningún astróno-
mo de que buscara el planeta don-
de él decía. Por su parte, Le Verrier, Grabado de hacia 1880 que recrea a Urbain
Le Verrier en 1846, calculando la posición
asqueado de que en Francia no le de Neptuno.
hicieran caso, escribió al ayudante
del director del observatorio de Berlín, Johann Galle. El mismo día que recibió
la carta de Le Verrier, el 24 de septiembre de 1846, Galle y un estudiante que
trabajaba en el observatorio, Heinrich d'Arrest, apuntaron al lugar sugerido
por el francés y en menos de una hora encontraron el planeta.
LOS ANILLOS DE SATURNO 93