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y cuando lo hizo se dedicó a rastrear amplias zonas del cielo en
lugar de apuntar a las coordenadas (correctas) que le había pro-
porcionado Adams. Una vez descubierto Neptuno, Challis quiso
subirse al carro de la fama, pero recibió fuertes críticas en la
reunión de ese año de la Royal Astronomical Society. Así que se
trataba de la persona más indicada para relanzar un premio que
había nacido casi difunto. Sin embargo, Challis era pesimista a la
hora de entusiasmar a los jóvenes investigadores y así se lo hizo
saber a William Thomson:
Tengo miedo de que los matemáticos de Cambridge no sepan nada
de investigaciones que requieran largos cálculos matemáticos. Me
EL PLANETA DE LOS ANILLOS
Con su primitivo telescopio, Galileo observó en 1610 que algo extraño acom-
pañaba a Saturno. Era como si el planeta tuviera asas, o dos grandes lunas
a cada lado:
He observado que el planeta más lejano es un sistema triple ... que casi se tocan.
Pero más extraño aún fue cuando dos años más tarde vio que habían desapa-
recido: «¿saturno ha devorado a sus propios hijos?» escribió a Marc Welser,
miembro de una importante familia del sur de Alemania y que había descu-
bierto su interés por la astronomía al sentirse intrigado por el descubrimien-
to de las manchas solares. En los años siguientes, diversos astrónomos los
observaron en diferentes situaciones, pero nadie aventuraba una explicación
que diera cuenta de tan extraordinario objeto y fue olvidado en el cajón de
las curiosidades de los cielos.
De Huygens a Cassini
En 1655, el holandés Christian Huygens, con la ayuda de su hermano, cons-
truyó un telescopio de 57 mm de apertura con el que descubrió una pequeña
estrella que acompañaba a Saturno y que lo orbitaba cada 16 días y 4 horas: el
satélite Titán. Pero más le fascinaron esos extraños apéndices que a Huygens
le parecieron dos asas. Con muy buen criterio, supuso que no podían estarse
quietos, sino que deberían girar alrededor del planeta, y como mantenían su
aspecto debía de tratarse de un tipo de anillo. Que desapareciera por entero
en 1656 le demostró que debía ser muy estrecho y plano. Así que en 1659, en
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94 LOS ANILLOS DE SATURNO