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BOL TZMANN EN LAS AMÉRICAS
               «El  viaje de un catedrático alemán a El-
               dorado» es un  pequeño escrito de tono
               afable y humorístico en el que Boltzmann
               narró sus experiencias en  California du-
               rante 1905. Se trata de una de sus últimas
               publicaciones y retrata a un  Boltzmann
               muy lejano del que se quitaría la vida en
               Duino al  año siguiente.  Las  intenciones
               jocosas del autor quedan claras  desde
               la  primera  página,  en  la  que se  puede
               leer:  «En  el  restaurante de la  estación
               noroeste consumí una agradable comi-
               da de cerdo asado, col y  patatas y bebí
               algunos vasos de cerveza.  Mi  memoria
               para las cifras, que en otros ámbitos es
               tolerablemente precisa, siempre me fa-
               lla cuando cuento vasos de cerveza». La
               personalidad sentimental de Boltzmann
               se veía retratada en su narración del viaje
               en barco hasta Nueva York: «Una vez me
               reí al leer que un artista había buscado un   Phoebe Apperson Hearst.
               color en  particular durante muchos días
               y noches; ahora ya  no me río.  Sollocé al  contemplar ese color en el  océano;
               lcómo puede un simple color provocar lágrimas?». De su estancia en Berkeley
               contaba numerosas anécdotas que ayudan a describir a la persona, pero tam-
               bién su visión de los Estados Unidos de la época. Destaca así su descripción de
               la señora Hearst: «No es fácil explicar [quién es] a un europeo. Lo más próximo
               a la  verdad sería que es la Universidad de Berkeley. En  Europa el alma mater
               es  una figura clásica idealizada, en América es  una persona real y,  lo que es
               más importante, tiene millones de dólares reales, algunos de los cuales dona
               cada año para la  expansión de la  universidad». Sobre los fundadores de la
               Universidad de Stanford, Boltzmann no dudaba en explicar con pormenores
               cómo habían labrado su fortuna a base de fraudes y prebendas políticas, que
               acababa pagando el  contribuyente.




                        Sus clases en Berkeley tuvieron un éxito relativo, aunque mu-
                    chos de los estudiantes se quejaron de su poco dominio del inglés,
                    afirmando que era «algo deficiente, por decirlo de forma suave».
                    Su forma entusiasta de expresarse tampoco cosechó grandes elo-






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