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estado entre los pioneros en la carrera por la radioactividad, entre
los que se encontraban los Curie. En junio de 1903, Ernest y su es-
posa Mary llegaron a París y el científico neozelandés recordaría
de la siguiente manera esa estancia:
Durante el verano visité al Profesor y Madame Curie en Paris, y en-
contré que esta recibía el grado de doctor en Ciencias el día de mi
llegada. Por la tarde, mi viejo amigo, el profesor Langevin, nos invi-
tó a mi esposa, a mí, a los Curie y a Perrin a cenar. Después de una
animada velada, nos retiramos sobre las once al jardín, donde el
profesor Curie mostró un tubo recubierto en parte con sulfuro de
cinc y que contenía una gran cantidad de radio en una solución. La
luminosidad resultaba brillante en la oscuridad y fue un final esplén-
dido para un día inolvidable. Entonces no pudimos evitar observar
que las manos del profesor Curie se encontraban en un estado muy
inflamado y penoso debido a la exposición a los rayos del radio.
Aquella fue la primera vez que vi a Curie. Su muerte prematura en
un accidente callejero en 1906 constituyó una gran pérdida para la
ciencia y particularmente para la ciencia de la radiactividad, en tan
rápido desarrollo.
Al año siguiente, Rutherford viajó de nuevo a Europa, y apro-
vechó para impartir dos charlas. Una de ellas fue la conferencia
bakeriana anual de la Royal Society, un gran honor que aprove-
chó para exponer sus ideas sobre la desintegración radiactiva. La
segunda charla versó sobre la edad de la Tierra; como ya se ha
comentado, entre la audiencia se encontraba lord Kelvin.
Al estar constituyéndose la radiación y la física de partículas
como una una nueva disciplina física, se vio la necesidad de que
existiera también un manual de texto. Rutherford se puso manos a
la obra y en 1904 apareció Radiactividad, el primer libro de texto
sobre esta materia. La obra estaba dedicada a J.J. Thomson, quien
después de leerlo aseguró: «Rutherford no solo ha extendido los
límites del conocinüento de esta materia, sino que ha anexionado
una nueva provincia».
La fama de Rutherford se empezó a extender por todo el
mundo, y algunos estudiantes brillantes optaron por dirigirse a
100 LA DESINTEGRACIÓN RADIACTI VA