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LA RADIACTIVIDAD Y EL CÁNCER
Los Curie fueron los primeros en sufrir literalmente en su propia piel los efectos
de la radiactividad, experimentado consigo mismo los efectos nocivos de la
exposición del cuerpo humano. Era habitual entre los científicos de la época
que guardaran los tubos con sales de radio en el bolsillo y posteriormente se
les enrojeciera la piel. Pierre Curie observó también que tras una larga expo-
sición al radio, la piel cada vez se enrojecía más, se inflamaba y acababa por
desprenderse. Pierre tenía numerosos dolores y Marie sufrió cataratas y un
aborto probablemente por efecto de la exposición al radio. Rutherford, por el
contrario, jamás manifestó problemas de salud, a pesar de haberse expuesto
en innumerables ocasiones a los efectos de la radiación. La sociedad también
acabó sufriendo las consecuencias de la radiactividad. Los curiosos fenóme-
nos asociados al radio, como el hecho de que fuera luminoso por la noche,
fue aprovechado para instrumentos militares. Entre 1918 y 1928 se empezó a
comercializar un producto llamado Radithor, que contenía trazas de radio,
con el que se prometía mayor longevidad, aunque en realidad envenenó a la
población. Aparecieron otros compuestos que aseguraban que eran capaces
de evitar la caída del cabello, entre otras ventajas que no eran más que frau-
des. Marie Curie fue una de las primeras científicas en darse cuenta de que
si la radiación podía matar células sanas, también podía hacer lo mismo con
células enfermas, como las cancerosas, para evitar que se reprodujeran, como
efectivamente ocurre. Estaba abriendo las puertas a la radioterapia.
Pierre y Marie Curie en su laboratorio de París, donde realizaron algunos de sus
descubrimientos más trascendentales.
LA DESINTEGRACIÓN RADIACTIVA 99