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saber aceptado hasta la fecha. Todo lo relacionado con la radiac-
                    tividad,  que había empezado con unos destellos  en una placa
                    fotográfica, fue  adquiriendo cuerpo y tomándose cada vez más
                    complejo. Al tiempo, la incertidumbre era cada vez más creciente,
                    dado que cada nuevo descubrimiento abría un abanico de nuevas
                    incógnitas.
                        En  1899,  científicos alemanes observaron que la radiacti-
                    vidad, en lugar de ser una emisión de actividad constante en el
                    tiempo, tal como se había creído en un principio, tendía a dis-
                    minuir. Por esa misma época, empezó a quedar claro que la ra-
                    diación beta consistía fundamentalmente en electrones, es decir,
                    partículas cargadas negativamente (los corpúsculos que Thom-
                    son había identificado en 1897 como constituyentes fundamen-
                    tales de todos los átomos). Nada se sabía, sin embargo, sobre la
                    naturaleza de los llamados rayos alfa, un problema que pudiera
                    parecer secundario, pero que en realidad sería clave para enten-
                    der la radiactividad, tal como los acontecimientos pusieron en
                    evidencia más tarde. Rutherford, por su parte, constató que los
                    elementos radiactivos, además de la radiactividad alfa y beta, pro-
                    ducían una emanación semejante al «vapor».



                    LAS EMANACIONES

                    En 1899, Rutherford solicitó a un profesor de ingeniería de la uni-
                    versidad llamado R.B.  Owens que le ayudara a estudiar la radia-
                    ción del torio. En sus primeros estudios, llegó a la conclusión de
                    que había algo en el an1biente que alteraba los resultados de los
                    experimentos. En ocasiones, la propia presencia de Rutherford .
                    en la sala parecía llegar a modificar los resultados. Se trataba de
                    una posible evidencia de que la radiactividad quizá sí dependía
                    del medio, tal corno creían los Curie.
                        Sin embargo, Rutherford defendió la hipótesis de que estas
                    «emanaciones», tal corno las denominó, procedían de los propios
                    elementos radiactivos, y que eran capaces de impregnar de ra-
                    diactividad todo lo que hubiera a su alrededor. Esta sería la causa
                    de que las mediciones se vieran afectadas. Tal corno afirmó:






        72          LA DESINTEGRACIÓN RADIACTIVA
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