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rápidamente. Las «emanaciones» del torio, radio y actinio pueden dis-
tinguirse fácilmente entre sí por la rapidez con que pierden su actividad.
lRADI ACTIV IDA D INDUCIDA?
Del mismo modo que la luz hace brillar los minerales fluorescen-
tes, los Curie estaban convencidos de que las «emanaciones» de
elementos radiactivos como el torio también eran capaces de pro-
vocar la radiactividad de otros elementos. Se trataría de una espe-
cie de radiactividad inducida. Rutherford también compartía esa
hipótesis, pero sucesivos experimentos lo obligaron a desecharla.
Rutherford pensó que de tratarse de una radiactividad indu-
cida, entonces esta variaría en función de la sustancia que se expu-
siera a la emanación. Confrontó el torio con todo tipo de materiales,
y el resultado fue que siempre se medía la misma actividad radiac-
tiva con independencia del material empleado. Parecía que alguna
sustancia contaminaba de radiactividad todo lo que se le acercara
Lo que tenía mucho más sentido era que las «emanaciones» y
la radiactividad inducida fueran fenómenos correlacionados. Así
lo aseguró a finales de 1899, cuando escribió que había una «estre-
cha conexión entre una "emanación" y la radiactividad excitada;
de hecho, la "emanación" es de alguna manera la causa directa de
la última». Consideraba que no se trataba realmente de radiacti-
vidad inducida, sino que la emanación se posaba sobre esos ma-
teriales y por ello parecía que se tornaban radiactivos. Tal como
aseguró Rutherford, «la emanación es una sustancia inestable y se
transforma en un tipo de materia no gaseosa que se deposita en la
superficie de todos los cuerpos de su alrededor». En conclusión:
«La teoría de que la emanación puede ser debida a que el medio
próximo se hace radiactivo queda, por tanto, excluida».
LA FUENTE DE LA RADIACIÓN
La comprensión sobre aquellas cuestiones se tomó aún más con-
fusa a raíz de una nueva observación realizada por Becquerel, según
74 LA DESINTEGRACIÓN RADIACTIVA