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UNA DAMITA EN APUROS
Uno de los superiores de Lavoisier en la
Ferme Générale, Jacques Paulze, tenía
una hija, Marie-Anne Pierrette, que había
sido educada en un convento al perder a
su madre con tres años. La damita tenía
una cuantiosa renta y no era fea, por lo
que al cumplir trece años tuvo un pre-
tendiente difícil de rechazar, el conde
de Amerval. Era de alta cuna y estaba
protegido por el sacerdote Joseph Marie
Terray, tío de la madre de Marie-Anne y
a la sazón ministro de Hacienda y, como
tal, jefe de Jacques Paulze. Pero cuando
la joven conoció al noble, que entonces
tenía cincuenta años y estaba arruinado
física y económicamente, se negó rotun-
damente a convertirse en la condesa de
Retrato de juventud de Marie-Anne
Amerval. Su padre, en un desafío sin pre- Pierrette, la esposa de Lavoisier.
cedentes al poder que emanaba de la
corte, escribió a Terray: «Mi hija siente
por él una aversión decidida y yo no pienso violentarla». Terray amenazó con
cesar a Paulze, pero el presidente de la Ferme apoyó a su colega diciendo
que su inteligencia, capacidad de trabajo y honradez eran imprescindibles
para el buen funcionamiento de la institución. Terray no cesó a Paulze, pero
tampoco desistió en sus planes de boda. Viéndose acorralado, Paulze pro-
puso a Lavoisier, uno de sus más brillantes subordinados en la Ferme, que se
casara con su hija; no era noble, pero era joven y bien parecido, contaba con
una cuantiosa fortuna, y, sobre todo, era del agrado de Marie. Toda la familia
Paulze se felicitó por la valiente decisión, pero al mismo tiempo se inquie-
tó por las consecuencias que podría tener tal desacato a la autoridad de la
corte. Teniendo en cuenta que sin el dinero de la Ferme el Estado no podía
funcionar, Terray reconsideró su posición y, en diciembre de 1771, casó en su
capilla privada a Marie Paulze con Antaine Lavoisier; a la celebración acudieron
más de doscientas personas, que incluían a lo más granado de la sociedad
francesa. Constance Punctis, la tía de Antaine, pronto pasaría a ocuparse de
la nueva casa de la pareja, por lo que la recién casada pudo dedicarse a otros
menesteres. La joven dama se aprestó a mejorar su latín, a aprender inglés y
a tomar lecciones de dibujo. Posteriormente, tomó lecciones de química con
Bouquet, colaborador de Lavoisier. Con este bagaje se convirtió en traductora,
dibujante y bibliotecaria de su marido, así como en anfitriona de sus veladas
científicas y en entusiasta ayudante de su laboratorio.
UN CIENTÍFICO ENTRE ABOGADOS 35