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todas las partes de esta ciencia; por ello una nueva nomenclatura,
                         aunque se haga con sun10 cuidado, no podrá ser perfecta, pero si se
                         hace sobre principios sólidos, es decir, si es un método de nombrar
                         más que una lista de nombres, se adaptará de forma natural a los
                         descubrimientos futuros; indicará por anticipado el lugar y el nombre
                         de las nuevas sustancias que puedan ser descubiertas, requiriendo
                         solo pequeñas enmiendas en algunos detalles.

                         Una de las primeras cosas que hicieron los cuatro expertos
                     fue retomar la definición de elemento que había dado Boyle en
                     1661  y que el propio Lavoisier no había aplicado:  «Diremos que
                     son simples las sustancias que no se pueden descomponer, lo que
                     se obtiene en el último estadio del análisis químico».  Con estas
                     simples palabras se barrieron de la química los últimos jirones de
                     la herencia medieval.
                         La nomenclatura recién creada contenía una serie de reglas
                     sistemáticas basadas en las ideas de Lavoisier que implicaban
                     abandonar la teoría del flogisto y consolidar las nuevas ideas de
                     la composición química. Su punto de partida era justamente esta
                     idea de la composición, en la que nada se creaba ni se destruía,
                     no había transmutación de unas sustancias en otras ( como la del
                     agua en tierra), sino descomposición y recomposición; no había
                     masas negativas.
                         Los cuatro expertos dejaron los nombres de los elementos tal
                     y como habían sido empleados durante años. La primera clase de
                     cuerpos simples incluía la luz, el calor y el hidrógeno, nombre pro-
                     puesto por Lavoisier que indica «generador de agua». La segunda
                     clase incluía los principios de los ácidos, tales como el azufre, el
                     fósforo y el carbón -generadores de los ácidos sulfúricos, fosfó-
                     rico y carbónico respectivamente- , y el ázoe (del griego a, «sin»,
                     y c;wYJ,  «vida»). La tercera incluía los metales arsénico, antimonio,
                     molibdeno, cinc, hierro,  estaño, plomo, wolframio, manganeso,
                     níquel, cobalto, bismuto, cobre, mercurio, plata y oro. Los metales
                     eran cuerpos simples, y sus «cales»,  compuestos formados por
                     el metal y el oxígeno. Esto era un cambio revolucionario, pues
                     hasta entonces se suponía que los metales eran cuerpos compues-
                     tos que contenían flogisto.  La cuarta clase estaba dedicada a las





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