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tenían nombres binarios, basados en las raíces de los nombres de
                     los elementos que los formaban. Se eliminaban los múltiples sinóni-
                     mos empleados para nombrar una misma sustancia y se seguía un
                     único criterio para designar las sustancias compuestas: la compo-
                     sición química. En los siglos siguientes este crite1io resultó ser per-
                     fectamente válido para las sustancias que se fueron descubriendo.
                         De entrada, Lavoisier explicó que los compuestos formados
                     por dos sustancias simples eran tan numerosos que requerían una
                     clasificación. Por ejemplo, de los dos cuerpos simples que se supo-
                     nía que formaban los ácidos, uno de ellos, el oxígeno, era común a
                     todos, por lo que el nombre del ácido derivaba del otro elemento.
                     Así, el ácido producido por combinación del azufre con oxígeno,
                     llamado hasta entonces «vitriolo», fue renombrado «ácido sulfú-
                     rico». Para distinguirlo del otro ácido formado con azufre y menos
                     oxígeno, a este último se le llamó  «ácido sulfuroso».  Sus sales
                     se designaron «sulfatos» y «sulfitos»,  respectivamente. El ácido
                     formado por combinación del oxígeno con carbón fue llamado
                     «ácido carbónico», y sus sales, «carbonatos». Los ácidos del fós-
                     foro fueron llamados «fosfórico» y «fosforoso», y sus sales, «fos-
                     fatos» y «fosfitos». El llan1ado hasta entonces «ácido nitroso» pasó
                     a llan1arse «ácido nítrico», y se denominó «ácido nitroso» al que
                     tenía menos oxígeno; las sales de an1bos se denominaron «nitra-
                     tos» y «nitritos».
                         De fom1a sinülar, las cales tenían un principio común y uno
                     particular. Las cales metálicas debían tener un nombre general,
                     «óxidos», y uno particular, que hacía referencia al metal del que
                     provenían; «óxido de mercurio» en el caso de la cal roja. También
                     tenían nombre binario las sales, que incluía el del ácido del que
                     provenían y el del metal; por ejemplo, «sulfato de cobre».
                         Para facilitar el tránsito del antiguo sistema al nuevo, la no-
                     menclatura tenía un diccionario en el que  se incluía el nombre
                     antiguo y el nuevo; así, por ejemplo, se explicaba que el «aire de-
                     flogisticado» era oxígeno, y el «aire flogisticado», hidrógeno.
                         Por último,  Lavoisier pedía perdón por haber cambiado el
                     idioma que los maestros habían inventado y honrado. Por un lado,
                     argüía que muchos de ellos ya se habían pasado a la nueva lengua
                     e incluso algunos habían pedido que no se tuviera piedad con la





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