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siempre quedarán números reales sin pareja. Vinculémoslo con el
       ejemplo de las parejas de baile que vimos en el capítulo anterior;
       si en ese caso nos dijeran que, no importa cómo se formen las pa-
       rejas, siempre quedan mujeres sin bailar, nuestra conclusión sería
       que hay más mujeres que hombres. De la misma forma, si siempre
       quedan números reales sin pareja, esto quiere decir que hay más
       números reales que naturales, pero no en el sentido de que una
       colección es parte de la otra, sino en el sentido de los cardinales.
       El cardinal de los números reales (su «cantidad de miembros») es
       mayor que el de los naturales.
           Los naturales, enteros y racionales están en el mismo orden
       de infinitud, todos tienen el mismo cardinal. Los reales están en
       un orden de infinitud superior. El infinito de los reales es «más
       grande» que el de los naturales. Es decir, Georg Cantor no sola-
       mente osó comparar infinitos -lo que hubiera sido rechazado
       por Aristóteles y Galileo-, sino que además llegó a la conclusión
       de que había infinitos mayores que otros. Expresado en estos tér-
       minos, su demostración sobre los números trascendentes sería
       así: la colección de los números reales tiene un orden de infinitud
       superior al de la colección de los algebraicos, en consecuencia,
       tiene que haber infinitos números reales que no son algebraicos,
       es decir, tiene que haber infinitos números trascendentes. Como
       ya dijimos,  en  1874  estas ideas  eran  tan  revolucionarias  que
       Weierstrass le aconsejó a Cantor que las disimulara.
           Pero, ¿por qué Cantor se planteó estos conceptos en primer
       lugar? ¿Por puro espíritu de contradicción? Como ya se ha apun-
       tado antes, esas ideas comenzaron a estar presentes en su pen-
       samiento como resultado de sus primeros trabajos en Halle; más
       aún,  esas investigaciones lo  llevaron casi contra su voluntad a
       considerar esas ideas. En efecto, en 1883, en el artículo que men-
       cionamos al comienzo del capítulo anterior, Cantor escribió:

           Es en el transcurso de muchos años de esfuerzos e investigaciones
           científicas que me he visto impulsado lógicamente casi contra mi
           voluntad (pues se opone a tradiciones que habían llegado a ser muy
           apreciadas por mí), al punto de vista de considerar lo infinitamente
           grande no solo en la forma de algo que crece sin límites ( ... ],sino






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