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Georg Cantor y Richard Dedekind se conocieron por casualidad
durante las vacaciones de verano de 1872, y aunque tenían perso-
nalidades muy diferentes -Cantor era vehemente e impulsivo,
mientras que Dedekind era mucho más reflexivo y reposado-,
pronto descubrieron muchos puntos en común en su manera de
concebir el trabajo matemático. A partir de ese encuentro, y du-
rante más o menos una década, mantuvieron una intensa corres-
pondencia científica y en esas cartas fueron discutidas y puestas
a prueba por primera vez varias de las ideas que Cantor expuso
más tarde en sus artículos.
Por ejemplo, en una carta fechada en Halle, el 5 de enero de
1874, Cantor le preguntaba a Dedekind cuál era su sensación con
respecto al siguiente problema:
¿Es posible hacer corresponder unívocamente una superficie ( diga-
mos un cuadrado incluyendo su frontera) con una linea ( digamos un
segmento de recta incluyendo sus puntos extremos), de manera tal
que a cada punto de la superficie le corresponda un punto de la linea,
e inversamente a cada punto de la línea, un punto de la superficie?
El problema que Cantor formulaba en aquella carta era una
extensión natural de las ideas en las que estuvo trabajando hasta
ese momento; en efecto, en 1873 Cantor ya sabía que la colección
EL CÁLCULO Y EL INFINITO 61