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que describió como la apertura de las «puertas del inframundo». Los
                    judíos fueron expoliados, despedidos de sus trabajos y humillados
                    en público, cuando no encarcelados. Fue el trato que recibió Hans
                    Thlrring, destituido de su cargo como director del Instituto de Física
                    Teórica de la Universidad de Viena. A Schrodinger la velocidad de
                    los acontecimientos le pilló con el pie cambiado y se vio abocado a
                    una danza diplomática con escaso margen para los tropiezos. Mani-
                    festó su adhesión a la doctrina nacionalista en una carta que se pu-
                    blicó en los periódicos, bajo el titular «Confesión al Führer», y que
                    manchó su reputación en el extranjero, sobre todo dentro de la co-
                    munidad de exiliados. En una situación en la que cualquier testimo-
                    nio podía comprometerlo, se hace dificil determinar sus verdaderas
                    intenciones. Leían su correo, registraron su casa y fue interrogado
                    en varias ocasiones. Cualquier rumor bastaba para condenarlo. Sus_
                    amigos lo imaginaron escribiendo la carta al dictado, con una pistola
                    en la sien; para otros se había rendido a la actitud de Heisenberg, de
                    tratar de convivir en paz con el régimen nazi. Esta es la versión que
                    el propio Schrodinger ofreció a Einstein un año después:

                        Me encontraba en el ministerio con un jefe de departamento y le dije:
                        Si me pone un rifle en las manos estaré encantado de defenderme
                        solo, pero no me deje de rehén en una Graz nazificada. ¡Puede ima-
                        ginar lo que sentí solo unas semanas después del derrocamiento
                        cuando leí la firma del mismo caballero bajo las órdenes del nuevo
                        ministro! Espero que no haya juzgado demasiado mal mi posterior
                        declaración, ciertamente bastante cobarde. Deseaba conservar la
                       libertad .. . y no podía hacerlo sin una gran duplicidad.


                        Desde luego los nazis no confiaban en la sinceridad de su
                    arrepentimiento. Su situación se volvía cada vez más precaria. En
                    Berlín se había redactado un informe donde destacaban tres pun-
                   tos oscuros. Se estimaba que había abandonado Alemania en 1933
                    debido a «razones políticas», que en Graz se había revelado como
                   un «fanático enemigo de la Nueva Alemania y del Nacionalsocia-
                   lismo» y que había seguido manteniendo el contacto con los exi-
                   liados. El 26 de agosto se le comunicó su despido fulminante de la
                   Universidad de Graz, debido a su «falta de fiabilidad política».





        144        EL GATO ENCERRADO
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