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DIVIDE Y VENCERÁS

               De la  interpretación de los muchos universos se ha dicho que quizá sea «la
               descripción más fantástica de la  realidad que se  haya  propuesto nunca».
               La  concibió un estudiante de doctorado de Princeton,  Hugh Everett, una
               noche de 1954, después de tomarse unas cuantas copas de jerez. En ella la
               función de onda nunca colapsa. Nunca se concreta una de las opciones del
               catálogo. Todas ellas se  materializan al  mismo tiempo, emergiendo cada
               una en  un universo distinto. En  una rama-universo el  gato vive, en  otra,
               muere envenenado por el  ácido cianhídrico.  La  realidad  se  bifurca en  la
               e_ncrucijada de cada posible elección. Un sistema con infinitos estados ge-
               nera una infinidad de universos, con una copia nuestra habitando en cada
               uno de ellos.  La  idea  fascina  y  repele  con  la  misma  intensidad.  El  físico
               teórico estadounidense John Wheeler, uno de sus principales valedores, la
               terminó descartando por estimar que cargaba «con demasiado bagaje me-
               tafísico».  Schródinger dio un seminario en  Dublín,  en  el  verano de 1952,
               donde parecía adelantar la  tesis de Everett:

                   Casi cualquier resultado que declare [un teórico de la  mecánica cuántica] se re-
                   fiere a la probabilidad de que esto o eso o aquello[ ... ] suceda, normalmente entre
                   una gran cantidad de alternativas. La  idea de que no sean alternativas sino que
                   todas sucedan a la vez se le antoja demencial, sencillamente imposible.

               Schródinger no se detuvo a desarrollar la  idea, que planteó con una cierta
               ambigüedad, como un paso de un argumento más amplio para decidir otras
               cuestiones. Una dificultad añadida: ¿Qué experimento sería capaz de diri-
               mir si  existe o  no el  laberinto de infinitas  ramas desgajadas de nuestro
               universo?






                    sición de estados. En 1999 fueron moléculas de sesenta átomos
                    de carbono; un año después, corrientes en anillos superconduc-
                    tores; por fin, en 2011, moléculas formadas por 430 átomos, más
                    grandes que la insulina.  En 2010,  le tocó el turno a la primera
                    máquina humana que desobedecía las leyes clásicas para ple-
                    garse a las cuánticas: un metrónomo del grosor de un cabello
                    (visible,  por tanto),  capaz de vibrar poco y mucho al mismo
                    tiempo. Funcionaba a una temperatura muy próxima al cero ab-
                    soluto. En 2009 un equipo germano-español propuso llevar a la





         156        EL GATO ENCERRADO
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