Page 152 - 07 Schrödinger
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pico, pero no podemos exportar esa claridad al dominio de los
átomos. El cerebro teje entramados de realidad que estima sensa-
tos a partir de los sentidos, pero no vemos, olemos ni palpamos
protones o electrones. No podemos integrarlos en el mismo plano
de realidad, puesto que no desarrollamos ningún conocimiento
intuitivo de ellos. Hay que convenir en que al hablar de una partí-
cula ( un punto sin dimensiones, con propiedades como la carga
eléctrica o la masa) se introduce un salto especulativo que no se
da al hablar de una piedra. La física trata de ofrecer una descrip-
ción coherente, libre de inconsistencias lógicas, del conjunto de
resultados de todos los experimentos conocidos. A partir de las
lecturas de nuestros aparatos de laboratorio, que no nos mues-
tran puntos ideales danzando ni ondas que se expanden o colap- .
san, sino más bien suelen limitarse a emitir señales en los
detectores, levantamos una construcción mental, una red de con-
ceptos apuntalada en el lenguaje matemático. Llega un momento
en el que las palabras y gran parte del tinglado conceptual y del
imaginario forjado a partir de la experiencia del mundo macros-
cópico dejan de ser apropiados. En el ámbito atómico sus prota-
gonistas son construcciones mentales desligadas de la experiencia
sensorial. No son arbitrarias, responden a modelos matemáticos
que arrojan predicciones que nunca fallan sobre el resultado de
los experimentos. Hay que limitarse a calcular y considerar cual-
quier búsqueda de sentido o cualquier debate sobre los mimbres
de la realidad como un juego psicológico tan estimulante como
improductivo.
En esta versión 01todoxa de la mecánica cuántica podemos
despreocuparnos de gran parte de sus perplejidades, porque que-
dan confinadas al ámbito microscópico; una barrera de escala nos
protege de ellas. Por fortuna, el mundo se vuelve clásico al aun1en-
tar el tamaño de los objetos. Nuestro entorno macroscópico posee
sentido gracias a que hemos derivado la noción de «sentido» a
partir de nuestra experiencia directa con él.
Para Schrodinger esta interpretación distaba mucho de resul-
tar satisfactoria. Einstein también se rebelaba: «Aunque permita
hacer predicciones acertadas, no me satisface una maquinaria a la
que no somos capaces de dotar de un sentido claro».
152 EL GATO ENCERRADO