Page 157 - 07 Schrödinger
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práctica el malabarismo de la superposición con un virus del
mosaico del tabaco. Quizá, a pesar de juzgarlo como una here-
jía, Schrodinger hubiera sabido apreciar este maridaje de biolo-
gía y física.
«Cuando alguien menciona el gato de Schrodinger,
saco la pistola.»
- STEPHEN IIAWKING.
El dominio de las superposiciones macroscópicas abre la vía
a su aplicación en los ordenadores cuánticos. Las computadoras
actuales trabajan con una aritmética de ceros y unos. La base
operativa de su equivalente cuántico sería un sistema capaz de
adoptar dos estados. Si además se sitúa en una superposición,
estarla simultáneamente en ambos. En un ordenador común los
programas ejecutan sus acciones en función de los resultados de
otras operaciones, que son ceros o unos. En un dispositivo cuán-
tico se procesarían en paralelo las instrucciones correspondien-
tes a las dos alternativas. Esta capacidad de simultanear acciones
que las computadoras clásicas deben secuenciar multiplicaría su
capacidad operacional.
La salida al laberinto de la paradoja de Schrodinger y a gran
parte de los problemas de la interpretación cuántica parece apun-
tar hoy en día al concepto de decoherencia, que fue desarrollado
por el físico alemán Heinz Dieter Zeh en 1970. Viene a decir que
los estados de superposición son peñectamente admisibles, pero
al mismo tiempo son en extremo delicados. Para que se desbara-
ten basta la interacción con el resto del universo. Se comportan
como un castillo de naipes frente a una ventana abierta. La emi-
sión o absorción de un fotón, el choque contra una partícula, di-
suelven los espectros de la función de onda y precipitan su
evolución irreversible hacia un estado de apariencia clásica. Por
tanto, la extrañeza del mundo cuántico en realidad no se debe a la
escala, lo que requiere es un elevado grado de reclusión para ma-
nifestarse. En nuestra vida cotidiana no asistimos a superposicio-
. nes fantasmales porque resulta casi imposible aislar un objeto
EL GATO ENCERRADO 157