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nes.  El mundo clásico también había de ser cuántico. La teoría
                      resultaba incompleta si era incapaz de presentar lo familiar desde
                      la perspectiva del átomo. Tenía que mostrar la maquinaria clásica
                      del mundo, plena de sentido y en funcionamiento, compuesta por
                      los extraños engranajes cuánticos.
                          Para denunciar este lapsus, colocó a un gato en una situación
                      casi tan comprometida como el sentido común.





                      GATO VIVO, GATO MUERTO

                      Schrodinger introdujo en sociedad su famosa paradoja del gato en
                      un extenso artículo publicado en 1935, en la revista Die Naturwis-
                      senschaften, que llevó por título «El estado actual de la mecánica
                      cuántica». En él ofrecía un amplio repaso de la teoría desde su
                      punto de vista, que expuso con un estilo ágil, transitando con na-
                      turalidad de lo formal a lo irónico. En uno de sus apartados esco-
                      gió uno de los rasgos del exotismo cuántico que más le molestaba
                      y lo  amplificó,  en una caricatura velada,  para exponerlo  en el
                      mundo macroscópico ante los ojos de todos. Planteó una situa-
                      ción en la que la interpretación ortodoxa se limitaba a ofrecer su
                      catálogo de probabilidades, allí donde el sentido común ponía de
                      relieve la necesidad de una realidad más profunda. Lo hizo sirvién-
                      dose de una parábola no muy del gusto de las asociaciones pro-
                      tectoras de animales. Así la describía el propio Schrodinger:


                          Se encierra un gato en una cámara de acero, acompañado del si-
                          guiente dispositivo diabólico ( que se debe proteger de toda interfe-
                          rencia directa del gato): en un contador Geiger hay una cantidad
                          mínima de una sustancia radiactiva, tan pequeña que quizá en el
                          curso de una hora uno de los átomos se desintegre, pero quizá tam-
                          bién, con la misma probabilidad, ninguno lo haga. Si ocurre, se pro-
                          duce una descarga en el tubo del contador y mediante un relé se
                          libera un martillo que hace pedazos una pequeña ampolla con una
                          solución de ácido cianhídrico. Si se abandona el sistema a su suer-
                          te durante una hora, se dirá que el gato permanece vivo siempre y






           154        EL GATO ENCERRADO
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