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en la temperatura, la presión o el volumen que ocupan. La entro-
                    pía mide precisamente el número de cambios microscópicos que
                    se pueden introducir en un sistema sin que nos demos cuenta. Una
                    noción que se puede relacionar de modo natural con el  orden:
                    cuanto más ordenado está un sistema, más fácil es detectar cual-
                    quier cambio en él, y viceversa. Los padres estiman pocas dispo-
                    siciones de los juguetes de sus hijos como ordenadas. Por contra,
                    una infinidad de ellas les parecen desordenadas. El cuarto infantil
                    puede mostrarse  desordenado  de  muchas  maneras y  de  muy
                    pocas en orden. Además, una vez ordenado, cualquier accidente
                    siembra de nuevo el desbarajuste.
                        Existe una relación entre el orden de una configuración y su
                    probabilidad. Si el destino de los juguetes se deja por completo en
                    manos del azar, resulta casi imposible que acaben repartidos en
                    una disposición que los padres puedan considerar ordenada. Ellos
                    saben por experiencia del segundo principio de la termodinámica:
                    el cuarto de los niños tiende siempre a aumentar su desorden.
                        Los sistemas en la naturaleza evolucionan de modo espon-
                    táneo de forma que sus elementos tienden a distribuirse según
                    sus configuraciones más probables, o de máxima entropía, que
                    también coinciden con aquellas que presentan un grado mayor de
                    desorden. Dejándose arrastrar por una corriente de pura aleato-
                    riedad, la materia tiende a acomodar sus átomos en combinacio-
                    nes cada vez más desorganizadas.
                        Según Boltzmann, había que interpretar la segunda ley en un
                    sentido estadístico. Nada impedía a un sistema evolucionar hacia
                    configuraciones menos probables y más organizadas, pero solo
                    como una etapa más de su evolución azarosa. Aunque improbable,
                    las moléculas de aire dentro de una habitación podrían concen-
                    trarse en una de sus esquinas, a causa de una combinación muy
                    particular de todos sus movimientos individuales y aleatorios. La
                    probabilidad existe, pero es tan baja que habría que esperar la
                    edad del universo para asistir a su advenimiento.
                        Los gases ideales, que la mecánica estadística había logrado
                    someter, formaban un pequeño protectorado de la materia. Los
                    físicos no tardaron en diseñar nuevos planes de conquista para
                    extender los dominios de su nueva termodinámica y a continua-






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