Page 44 - 07 Schrödinger
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anomalía en su percepción de los colores, que reducía su sensibili-
dad al verde y realzaba la gama de matices rojos. Su bagaje experi-
mental también le permitió presumir de pertenecer «a ese grupo de
teóricos que saben por observación directa lo que quiere decir rea-
lizar una medición».
Pasada la Navidad de 1913 coronó el siguiente rellano de su
escalada académica: la obtención de la llamada venia legendi. El
título le autorizaba a dar clases como Privatdozent, a cambio de
unos modestos honorarios que corrían a cargo de los estudiantes
que lograra atraer a sus cursos.
En sus primeros artículos científicos Schrodinger exhibió
un notable virtuosismo matemático que, no obstante, se apoyaba
en una intuición física todavía sin afilar. El aislamiento de Viena,
apartada de las corrientes de la vanguardia tras la muerte de
Boltzmann, frenó su maduración, sin enfrentarlo a retos que
de verdad pusieran a prueba sus capacidades.
Además, otra clase de desafíos distraía su atención, hasta el
punto de comprometer su incipiente carrera. La amenaza tenía
nombre propio: Felicie. El atractivo o la inteligencia de los preten-
dientes no pesaba lo más mínimo en la balanza del matrimonio
burgués y la madre de Felicie, la baronesa Krauss, tenía claro que
Erwin no estaba a la altura de sus aspiraciones. Este, desde luego,
no podía sostener el tren de vida de la joven con sus ingresos casi
inexistentes como Privatdozent. Desesperado, le pidió a su padre
que lo introdujera en el negocio del linóleo. Rudolf se opuso con
la misma determinación que la baronesa al matrimonio, así que el
compromiso que habían establecido en secreto los enamorados
naufragó sin remedio. Quizá la frustración de este amor, por el que
se había mostrado dispuesto a sacrificarlo todo, templó el entu-
siasmo de Schrodinger ante el matrimonio convencional, justifi-
cando el circo de tres pistas en el que se convertiría más adelante
su vida sentimental.
Aunque ya de capa caída, la física atmosférica y la radiactivi-
dad eran dos especialidades tan vienesas como la tarta Sacher. En
el verano de 1913 la universidad enroló a Schrodinger en la reco-
gida de datos de una de las estaciones, insta.lada en Seeham, cerca
de Salzburgo. El registro de trazas de radón en el aire podía matar
44 LUZ Y MATERIA